domingo, 30 de noviembre de 2008

Noam Chomsky: "Obama es casi un blanco que tomó dos horas de sol en la playa"

Impacta entrar al Massachusetts Institute of Technology (MIT). Su edificio central recuerda a la Grecia antigua, pero pronto uno se da cuenta de que está en una de las universidades más avanzadas del mundo, con sus edificios vanguardistas y cargados de innovación arquitectónica. Noam Chomsky trabaja en el piso 8 del State Center, famoso por su diseño futurista. El ámbito es estimulante. Me recibe la secretaria de Chomsky con su perro, un caniche negro, al que lleva al trabajo casi todos los días. Chomsky ocupa una luminosa oficina del departamento de linguística y filosofía del MIT. Es un referente intelectual de los Estados Unidos, aunque su presencia en los medios locales es realmente limitada. Es que este profesor se encuentra bastante a la izquierda de todo el sistema político norteamericano.



En su percepción, no existe democracia verdadera en los Estados Unidos. Le pregunto dónde ve una democracia funcionando, y me responde: “En Bolivia”. Cree que la probable llegada de un negro a la presidencia de los Estados Unidos es consecuencia de las luchas de los movimientos sociales desde los años 60, aunque afirma que la segregación racial continúa en el país de forma más sutil. Me sorprende su visión de la crisis económica: piensa que es resultado de un sistema que no es verdaderamente liberal y de competencia.

—¿Qué significa que un negro esté cerca de la presidencia?

—Es resultado de 40 años de luchas, del trabajo de los activistas de los derechos civiles desde los años 60, del movimiento feminista en los 70, del movimiento de solidaridad, de los ambientalistas y últimamente de la corriente que lucha por una justicia global. La consecuencia es una sociedad más civilizada, se han roto barreras, y esto permite que aparezca gente que piensa diferente. Esto explica que tengamos un afroamericano o mujeres en la carrera presidencial. Lo vemos incluso en las entrevistas a gente de los estados del sur.

—¿Es un cambio Obama?

—Habría que ver qué significa “cambio”. Para ver negros verdaderos hay que ir a los suburbios de Boston, no a Harvard. Obama es un hombre de clase media alta, liberal, que estudió en Harvard, no es lo que yo veo en mi barrio, en los suburbios. El corte con él no es racial, sino social. Obama es parte de la clase privilegiada, es casi un blanco que tomó un par de horas de sol en la playa.

—Desde Kennedy y los movimientos de los derechos civiles se ha avanzado en la integración de los negros. ¿Sobrevive la segregación?

—Por supuesto. Hay formas diferentes de segregación, como el sistema de transporte. Cambridge (donde está Harvard) está blindada. Hace rato que se plantea extender el subte a los suburbios, pero no se realiza nunca. No es lo mismo tardar 10 minutos que 40 en llegar al centro o a Cambridge. El sistema de transporte es una forma de mantener a los negros alejados. Hay formas sutiles de discriminación y explotación. Además, no hay sólo segregación racial sino social. Hubo proyectos de integración escolar que no rindieron frutos.

—¿Qué dice de la campaña?

—Los candidatos son productos de marketing, creados por los asesores y las firmas de relaciones públicas. Con Bush ya lo hicieron y les salió bien: un muchacho común, al que le gusta la cerveza y estar en su rancho. Hasta creo que lo han entrenado para que hable mal o pronuncie mal algunas palabras.

—Los Estados Unidos están entrando en una inédita crisis. ¿Cómo se llega a esto en la mayor potencia capitalista?

—Hubo una propaganda del mismo sistema para que la gente compre y se endeude. Ahora que todo se complica, la gente quiere “cambio”. Pero la realidad es que el sistema fabrica consumidores, y es la forma de que no molesten. Vea si no los avisos publicitarios de los autos, o de cualquier producto: ya ni informan de las cualidades del mismo, no fomentan la existencia de un consumidor informado que toma decisiones racionales. Así se crea una burbuja, que Greenspan se rehusó a parar. Hay una creencia casi religiosa de que los mercados se regulan solos, algo que no tiene base empírica fuerte. Es lo que les conviene a los poderosos en el corto plazo, y en el largo ya veremos. Lo cierto es que los mercados son ineficientes, no consideran externalidades. Si yo le vendo un auto, nadie se preocupa por lo que esa transacción genera para otros: polución, aumento del precio del petróleo, congestión en las calles. Ni los mercados son eficientes ni los consumidores son informados y racionales, es algo muy distinto de lo que venden de la libre competencia.

—¿Cómo salen de esto?

—El público paga. Ahora veremos una socialización de los costos a través del Estado, esto no es nuevo. Siempre el sector estatal subsidia al privado, es el que hace el trabajo duro. Es el que hace las grandes inversiones para crear las computadoras, Internet o los aviones. El sistema se mueve con subsidio estatal y cuasi monopolios, pero lo llaman capitalismo. Ahora le toca al sector bancario.

—¿Qué tipo de democracia es hoy Estados Unidos?

—No vivimos aquí en democracia. Bolivia es realmente una democracia, donde manda la voz de la gente. Acá gobiernan los intereses económicos. La gente odia pagar impuestos porque siente que le están robando su dinero. La propaganda les ha hecho creer que el Estado es un alien que los roba. Por eso lo odian y por eso todos hablan contra Washington.

PERFIL.COM
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0307/articulo.php?art=10673&ed=0307

martes, 18 de noviembre de 2008

Los extraterrestres causan el calentamiento global, por Michael Crichton


Homenaje al autor de Parque Jurásico, recientemente fallecido.

Los extraterrestres causan el calentamiento global
Por Michael Crichton


Conferencia ofrecida el 17 de enero de 2003 en el Caltech Michelin Lecture. Traducida por Eduardo Ferreyra y corregida por Daniel Rodríguez Herrera.

Mi asunto de hoy suena humorístico, pero desgraciadamente hablo en serio. Voy a argumentar que los extraterrestres están detrás del calentamiento global. O, para hablar con mayor precisión, argumentaré que la creencia en los extraterrestres ha pavimentado el camino, en pasos progresivos, a la creencia en el calentamiento global. Mi tarea de hoy será hacer un diagrama de esta progresión de la creencia.

Déjenme decirles que no tengo deseo alguno de hacer que nadie deje de creer, ya sea en los extraterrestres o en el calentamiento global. Eso es casi imposible de conseguir. En su lugar, quiero discutir la historia de muchas creencias ampliamente publicitadas y hacer notar lo que yo considero como una crisis emergente en todo el campo de la ciencia - precisamente la incrementada e incómoda relación entre ciencia pura y políticas públicas.


Tengo un interés especial en esto a causa de la forma en que crecí. Nací en medio de la Segunda Guerra Mundial, y pasé mis años de formación en el punto más álgido de la Guerra Fría. En los simulacros del colegio, me agazapaba obedientemente debajo de mi escritorio esperando un ataque nuclear.

Era un tiempo de extendido temor e incertidumbre, pero aún como niño, yo creía que la ciencia representaba la mejor y más grande esperanza para la humanidad. Hasta para un niño, el contraste era claro entre el mundo de la política - un mundo de odio y peligro, de creencias irracionales y temores, de manipulaciones en masa y desgraciados borrones en la historia humana. En contraste, la ciencia tenía valores diferentes - con una visión internacional, forjando amistades y creando relaciones a través de fronteras internacionales y sistemas políticos, alentando un desapasionado hábito de pensamiento, y en última instancia, conduciendo a nuevo conocimiento y tecnologías que beneficiarían a toda la humanidad.

El mundo podría no ser un lugar muy bueno, pero la ciencia lo haría mejor. Y lo hizo. Durante mi vida, la ciencia ha cumplido largamente con su promesa. La ciencia ha sido la gran aventura intelectual de nuestra era, y una gran esperanza para nuestro problemático e inquieto mundo.

Pero yo no esperaba que la ciencia simplemente extendiese nuestra expectativa de vida, alimentase a los hambrientos, curase las enfermedades y encogiese al mundo con jets y teléfonos celulares. También esperaba que la ciencia hiciera desaparecer la maldad del pensamiento humano - prejuicios y superstición, creencias irracionales y falsos temores. Esperaba que la ciencia sería, como en la memorable frase de Carl Sagan, "una vela en un mundo obsesionado por demonios".Y en esto no estoy muy contento con el impacto de la ciencia. Más que servir como una fuerza limpiadora, en algunas ocasiones la ciencia ha sido seducida por las más antiguas tentaciones de la política y la publicidad. Algunos de los demonios que pueblan nuestro mundo en los años recientes, han sido inventados por los científicos. El mundo no se ha beneficiado al permitir que estos demonios hayan sido liberados.

Pero veamos cómo esto llegó a suceder

Proyecte sus recuerdos hacia atrás a 1960. John Kennedy es presidente, los aviones a reacción comerciales comienzan a aparecer, las computadoras más grandes de las universidades tenían 12K de memoria y en Green Bank, West Virgina, en el nuevo Observatorio Nacional de Radio Astronomía, un joven astrofísico llamado Frank Drake lleva adelante un proyecto de dos semanas conocido como Ozma, para buscar señales extraterrestres. Con gran excitación, se recibe una señal. Resulta ser falsa, pero la excitación se mantiene. En 1960, Drake organiza la primera conferencia SET, y presenta su ahora famosa ecuación Drake:

N=n*fp ne fl fi fc fL

En donde n es el número de estrellas en la Vía Láctea; fp es la fracción de las mismas con planetas; ne es el número de planetas por estrella capaz de mantener vida; fl es la fracción de planetas donde la vida se desarrolla, fi es la fracción de los mismos donde evoluciona vida inteligente; fc es la fracción de las especies inteligentes que se comunica; y fL es la fracción de la vida del planeta durante la que vive la civilización que en él vive se comunica.

Esta ecuación que parece muy seria permitió al SETI afianzarse como una legítima inquietud científica. El problema, por supuesto, es que ninguno de los términos de la ecuación puede ser conocido, y la mayoría ni siquiera pueden ser estimados. La única manera de hacer funcionar a la ecuación es llenarla con suposiciones y las suposiciones - sólo para dejarlo en claro - son meramente expresiones de prejuicios. Tampoco puede haber "suposiciones informadas". Si usted necesita declarar cuántos planetas con vida eligen comunicarse, simplemente no hay manera de hacer una suposición informada. Es simple prejuicio.

Como resultado, la ecuación de Drake puede tener cualquier valor, desde "millones de trillones" hasta cero. Una expresión que puede significar cualquier cosa, no significa nada. Hablando con precisión, la ecuación de Drake literalmente no tiene sentido, y no tiene nada que ver con la ciencia. Yo mantengo la visión dura de que la ciencia involucra la creación de hipótesis demostrables. La ecuación de Drake no puede ser ensayada ni probada, por lo tanto SETI no es ciencia. SETI es, sin duda alguna, una religión. La Fe es definida como la firme creencia en algo para lo cual no hay pruebas. La creencia de que el Corán es la palabra de Dios es un asunto de Fe. La creencia de que Dios hizo al universo en seis días laborables es materia de Fe. La creencia de que hay otras formas de vida en el universo es materia de Fe. No hay ni la más mínima traza de evidencia de alguna otra forma de vida y, en 40 años de investigación, no se ha descubierto nada. No hay absolutamente ninguna razón ni evidencia para mantener esta creencia. SETI es una religión.

Una manera de hacerse una idea del enfriamiento del entusiasmo inicial es revisar los trabajos populares sobre el tema. En 1964, en la cúspide del delirio del SETI, Walter Sullivan, del New York Times, escribió un excitante libro acerca de la vida en el universo titulado NO ESTAMOS SOLOS. En 1995, cuando Paul Davis escribió un libro sobre el mismo tema, lo tituló ¿ESTAMOS SOLOS? (Desde 1981 ha habido, de hecho, cuatro libros con el título "ESTAMOS SOLOS"). Más recientemente, hemos visto el ascenso de la llamada teoría de la "Tierra Rara" que sugiere que, en verdad, podríamos estar solos. Una vez más, no hay evidencia de ninguna de las dos cosas.

En los años 60, SETI tuvo sus críticos, aunque no entre los astrofísicos y los astrónomos. Los biólogos y los paleontólogos fueron los más duros. George Gaylord Simpson de Harvard, se mofó que SETI era "un estudio sin objeto que estudiar", y así permanece hasta nuestros días.

Pero los científicos en general han sido indulgentes con SETI, viéndolo con una tolerancia estupefacta, o con indiferencia. Después de todo, ¿cuál es el problema? Es algo divertido. Si la gente lo quiere mirar, allá ella. Solo un cascarrabias podría hablar mal de SETI. No valía la pena.

Por supuesto, es verdad que las teorías indemostrables pueden tener un valor heurístico. Por supuesto que los extraterrestres son una buena manera de enseñarles ciencia a los niños. Pero eso no nos libera de la obligación de ver a la ecuación de Drake como lo que realmente es: especulación pura en vestiduras cuasi-científicas.

El hecho de que la ecuación de Drake no fuera recibida con gritos de ultraje - similares a los gritos que recibe cada nueva afirmación de los Creacionistas, por ejemplo - significa que ahora hay una rendija en la puerta, un aflojamiento en la definición de lo que constituyen los legítimos procedimientos científicos. Y muy pronto, la basura perniciosa comenzó a colarse a través de la rendija.


Saltemos ahora a la década de los 70, y el Invierno Nuclear

En 1975, la Academia Nacional de Ciencias informó sobre "Los Efectos a Largo Plazo de Múltiples Detonaciones de Armas Nucleares", pero el estudio estimaba que el efecto del polvo de las explosiones atómicas sería relativamente pequeño. En 1978, la Oficina de Evaluación Tecnológica, emitió un informe sobre "Los Efectos de la Guerra Nuclear" y declaró que la guerra nuclear podría quizás tener consecuencias adversas irreversibles en el ambiente. Sin embargo, a causa de que los procesos científicos involucrados eran muy pobremente comprendidos, el informe declaraba que no era posible estimar la probable magnitud de tales daños.

Tres años más tarde, la Academia Nacional de Ciencias de Suecia comisionó un informe titulado "La Atmósfera Después de una Guerra Nuclear: Oscuridad a Mediodía", que intentaba cuantificar el efecto del humo de los bosques y ciudades ardiendo. Los autores especularon que habría tanto humo que una enorme nube sobre el hemisferio norte reduciría la luz del Sol por debajo de los niveles requeridos por la fotosíntesis, y que esto duraría durante semanas, o quizás más.

Al año siguiente, cinco científicos, incluyendo a Richard Turco y Carl Sagan, publicaron un estudio en Science llamado "El Invierno Nuclear: Consecuencias Globales de Múltiples Explosiones Atómicas". Fue el llamado informe TTAPS, que intentó cuantificar más rigurosamente los efectos atmosféricos, con la añadida credibilidad que ganaría por un modelo computerizado del clima.

En el corazón del trabajo del TTAPS estaba otra ecuación, jamás expresada específicamente, pero que podía ser parafraseada como sigue:

Ds = Wn Ws Wh Tf Tb Pt Pr Pe… etc

(La cantidad de polvo troposférico = número de cabezas nucleares x tamaño de las cabezas x altura de la detonación x inflamabilidad de los blancos x duración del incendio del blanco x partículas ingresadas a la atmósfera x reflectividad de las partículas x duración de las partículas... y así hasta el infinito.)

La similitud con la ecuación de Drake es impactante. Lo mismo que con la ecuación de Drake, ninguna de las variables puede ser determinada. Ni una sola de ellas. El estudio TTAPS enfrentó en parte este problema mapeando diferentes escenarios de guerra y asignando números a algunas de las variables pero, aún así, las variables restantes eran - y siguen siendo - simplemente desconocidas. Nadie sabe cuánto humo se generaría cuando las ciudades se quemaran, creando partículas de qué clase y durante cuánto tiempo. Nadie sabe durante cuánto tiempo las partículas permanecerían en la tropósfera. Y así con todo lo demás.

Y recuerde, esto sucedía sólo cuatro años después de que el estudio de la OET concluyese con que los procesos científicos subyacentes eran tan poco comprendidos que no se podría hacer ninguna estimación confiable. A pesar de ello, el estudio TTAPS no sólo hizo esas estimaciones, sino que llegó a la conclusión de que serían catastróficas.

De acuerdo a Sagan y sus colegas, aún un limitado intercambio nuclear de 5.000 megatones haría que la temperatura global disminuyese 35º C, y que este cambio duraría durante tres meses. Las erupciones volcánicas más grandes que conocemos cambiaron las temperaturas del mundo entre 0,5 y 2º C. Las edades de hielo cambiaron las temperaturas globales en 10º C. Y aquí tenemos un cambio estimado tres veces más grande que una edad de hielo. Uno esperaría que esto estuviera sujeto a alguna clase de disputa.

Pero Sagan y sus colegas estaban preparados, porque el invierno nuclear fue desde el principio el objeto de una muy bien orquestada campaña mediática. El primer anuncio apareció en un artículo de Sagan en el suplemento dominical de Parade. Al día siguiente, se realizó en Washington una conferencia altamente publicitada y de elevado perfil, sobre las consecuencias a largo plazo de una guerra nuclear, presidida por Carl Sagan y Paul Ehrlich, los científicos más famosos y experimentados en medios de difusión de su generación.

Sagan apareció 40 veces en el Show de Johnny Carson. Ehrlich apareció 25 veces. Después de la conferencia se realizaron varias conferencias de prensa, encuentros con congresistas, y mucho más. El estudio formal en Science se publicó meses después.
Esta no es la manera en que se hace ciencia, esta es la manera en que se vende un producto.

La naturaleza real de la conferencia está indicada por la descripción de estos artistas de los efectos del inverno nuclear. No puedo menos que citar el epígrafe de la Figura 5: "Se muestra aquí una tranquila escena en los bosques del norte. Un castor acaba de terminar su dique, dos osos buscan su comida, una mariposa cola de golondrina aletea en el frente, una garza nada tranquilamente, y un martín pescador busca un sabroso pez." Ciencia pura, si alguna vez la hubo.

En la conferencia de Washington, durante el período de preguntas, se le recordó a Ehrlich que después de Nagasaki e Hiroshima, los científicos dijeron que nada volvería a crecer allí por 75 años pero, de hecho, los melones estaban creciendo al año siguiente. Entonces, se le preguntó, ¿cuán acertadas eran sus predicciones ahora?

Ehrlich respondió asegurando que pensaba que eran " extremadamente robustas. Los científicos pueden haber hecho tales predicciones entonces, aunque no puedo imaginar cuáles eran las bases para hacerlas, aún con el estado de la ciencia entonces, pero los científicos están siempre haciendo declaraciones absurdas, individualmente, en diversos lugares. Lo que estamos haciendo aquí, sin embargo, es presentar un consenso de una gran cantidad de científicos..."


El Mito del Consenso

Quiero hacer una pausa aquí, y hablar de esta noción del "consenso", y del surgimiento de lo que ha sido llamado "ciencia de consenso". La considero como un desarrollo extremadamente pernicioso que tendría que ser detenido de inmediato. Históricamente, el reclamo de consenso ha sido el primer refugio de los granujas; es una manera de evitar el debate aduciendo que el asunto ya ha sido establecido. Cada vez que usted escuche que los científicos están de acuerdo en alguna cosa u otra, ponga a resguardo su monedero porque está siendo atracado.

Dejemos algo bien claro: el trabajo en la ciencia no tiene nada que ver con el consenso. El consenso es asunto de políticos. La ciencia, por el contrario, requiere de sólo un investigador que esté acertado, lo que significa que él o ella tienen resultados que son verificables por referencias al mundo real. En ciencia, el consenso es irrelevante. Lo que es relevante son los resultados reproducibles. Los grandes científicos de la historia son grandes precisamente porque rompieron el consenso.

No existe el consenso en la ciencia. Si es consenso, no es ciencia. Si es ciencia, no es consenso. Punto.

Además, permítanme recordarles que un examen histórico del consenso no es algo de lo que debamos sentirnos orgullosos. Recordemos algunos casos.

En los siglos pasados, el mayor asesino de mujeres era la fiebre puerperal, la que sobreviene después del parto. Una de cada seis mujeres moría a causa de ella. En 1795, Alexander Gordon, de Aberdeen, sugirió que las fiebres eran procesos infecciosos, y que él podía curarlas. El consenso dijo no. En 1843, Oliver Wendell Holmes afirmó que la fiebre puerperal era contagiosa, y presentó pruebas convincentes. El consenso dijo no. En 1849, Semmelweiss demostró que las técnicas sanitarias habían eliminado virtualmente a la fiebre puerperal en los hospitales bajo su gerencia. El consenso dijo que era un judío, lo ignoró, y lo echaron de su puesto. En verdad, no hubo un acuerdo general sobre la fiebre puerperal hasta comienzos del siglo XX. Así, el consenso tardó ciento veinticinco años para llegar a la conclusión correcta a pesar de los esfuerzos de prominentes "escépticos" de todas partes del mundo, escépticos que fueron despreciados e ignorados. Y esto, a pesar de la constante y permanente muerte de miles de mujeres.

No hay escasez de otros ejemplos. En los años 20, en los Estados Unidos, decenas de miles de personas, en su mayoría pobres, estaban muriendo de una enfermedad llamada pelagra. El consenso científico decía que era infecciosa, y que lo que había que hacer era hallar al "germen de la pelagra". El gobierno de los EEUU encomendó a un brillante investigador joven, el Dr. Joseph Goldberger, que hallara la causa. Golberger llegó a la conclusión de que el factor crucial era la dieta. El consenso científico permaneció casado con la teoría del germen. Goldberger demostró que podía inducir la enfermedad a través de la dieta. Demostró que la enfermedad no era infecciosa inyectándose él mismo y su asistente la sangre de un paciente con pelagra. Tanto ellos como otros voluntarios refregaron sus narices con gasas de los pacientes con pelagra, e ingirieron cápsulas que contenían costras de las heridas de quienes eran llamados "la pandilla inmunda de Goldberger". Nadie contrajo pelagra. El consenso siguió en desacuerdo con él. Había, además, un factor social: a los estados del Sur les desagradaba la idea de que la mala dieta era la causa, porque significaba que se requería de una reforma social. Continuaron negando la realidad hasta los años 30. A pesar de ser una epidemia del siglo XX, al consenso le llevó años ver la luz.

Probablemente cualquier alumno de primaria se da cuenta de que los contornos de las costas de América del Sur y África parecen ajustarse muy bien, y Alfred Wegener propuso en 1912 que los continentes, en efecto, se habían apartado. El consenso se mofó de la deriva continental durante 50 años. La teoría fue muy vigorosamente negada por los grandes nombres de la geología hasta 1961, cuando empezó a parecer que los suelos marinos se estaban extendiendo. Resultado: le llevó al consenso más de 50 años reconocer lo que cualquier niño de segundo grado estaba viendo.

¿Debemos seguir? Los ejemplos pueden multiplicarse sin fin. Jeener y la viruela, Pasteur y la teoría de los gérmenes. Sacarina, margarina, la memoria reprimida, la fibra y el cáncer de colon, la terapia de reemplazo de hormonas,… la lista de los errores del consenso sigue y sigue.

Finalmente, quiero pedirles que se den cuenta de cuando se invoca al consenso, porque el consenso es invocado únicamente en situaciones donde la ciencia no es lo suficientemente sólida. Nadie dice que consenso es que los científicos estén de acuerdo con que E=mc2. Nadie dice que consenso es que el Sol esté a 93 millones de millas. A nadie se le ocurriría hablar así.


Pero volvamos a nuestro tema principal

Lo que he estado sugiriendo es que el invierno nuclear era una fórmula sin sentido, construida con mala ciencia, con fines políticos. Era política desde el principio, promovida por una muy orquestada campaña en los medios que tuvo que planearse con semanas y meses de antelación.

Más evidencia de la naturaleza política del asunto se encuentra en la respuesta a las críticas. Aunque Richard Feynman era característicamente rudo y contundente, diciendo "realmente no creo que estos tipos sepan algo de lo que están hablando", otros prominentes científicos fueron notablemente más reticentes. Freeman Dyson fue citado diciendo que "es una pieza de ciencia absolutamente atroz, pero... ¿quién quiere ser acusado de estar a favor de la guerra nuclear?" Y Victor Weisskopf dijo: "La ciencia es horrible, pero quizás la psicología sea buena." El equipo del invierno nuclear siguió la publicación de tales comentarios con cartas a los editores negando que esas declaraciones hubiesen sido hechas, aunque los científicos han confirmado subsecuentemente sus puntos de vista.

En ese momento, existía un concertado deseo de parte de mucha gente de evitar una guerra nuclear. Si el invierno nuclear se veía horrible, ¿por qué investigarlo tan estrechamente? ¿Quién querría dieentir? Sólo gente como Edward Teller, el "padre de la Bomba-H".

Teller dijo: "Mientras que está generalmente reconocido que los detalles siguen siendo inciertos y merecen mucho más estudio, el Dr. Sagan ha tomado de todos modos la posición de que todo el escenario es tan robusto que puede haber muy pocas dudas sobre sus conclusiones principales". Y, sin embargo, para la mayoría de la gente, el hecho de que el escenario del invierno nuclear estuviese sembrado de dudas no parecía ser relevante.

Yo digo que es inmensamente relevante. Una vez que se abandona la estricta adherencia a lo que la ciencia nos dice, una vez que se comienza a arreglar la verdad en conferencias de prensa, entonces cualquier cosa es posible. En un contexto, quizás se consiga alguna movilización contra la guerra nuclear. Pero en otro contexto, se obtiene lyssenkismo. En otro, se consigue la eutanasia nazi. El peligro está siempre allí, si se subvierte la ciencia con fines políticos.

Por eso es que es tan importante para el futuro de la ciencia que la línea entre lo que la ciencia puede decir con certeza y lo que no puede, sea definida con toda claridad y defendida.

¿Qué pasó con el Invierno Nuclear? A medida que el fulgor de los medios se desvanecía, su robusto escenario parecía cada vez menos persuasivo; John Maddox, el editor de Nature, criticó sus afirmaciones repetidamente; en el plazo de un año, Stephen Schneider, una de las figuras que lideraban el modelado climático, comenzó a hablar de un "otoño nuclear". Ya no sonaba igual.

El bochorno final vino en 1991, cuando Carl Sagan predijo en Nightline que los fuegos de los pozos petrolíferos de Kuwait producirían un efecto de invierno nuclear, causando "un año sin verano", poniendo en peligro las cosechas de todo el mundo. Sagan enfatizó que el resultado era tan probable que "debería afectar los planes de guerra". Nada de eso sucedió.

¿Cuáles fueron, entonces, las lecciones del Invierno Nuclear? Yo creo que la lección fue que, con un nombre atractivo, una fuerte posición política, y una agresiva campaña en los medios, nadie se atreverá a criticar a la ciencia, y en breve, una hipótesis de debilidad terminal será establecida como un hecho. Después de eso, cualquier crítica es desechada. La guerra acaba sin haber disparado un tiro. Esa fue la lección, y poco tiempo después tuvimos una aplicación de libro de texto, con el asunto del fumador pasivo.

En 1993 la EPA anunció que el consumo pasivo de tabaco era "responsable de aproximadamente 300.000 cánceres anuales en adultos no fumadores", y que "perjudica la salud respiratoria de cientos de miles de personas". En un panfleto de 1994, la EPA dijo que los once estudios en los que había basado su decisión no eran en sí mismos concluyentes, y que colectivamente entre ellos le habían asignado al consumo pasivo de tabaco un factor de riesgo de 1,19 (como referencia, un factor de riesgo inferior a 3.0 es demasiado pequeño para que la EPA tome alguna acción, o para ser publicado en el New England Journal of Medicine, por ejemplo). Más todavía, dado que no había ninguna asociación estadística en los límites del 95% de confianza, la EPA redujo los límites al 90%. Entonces, gracias a esta maniobra burocrática, clasificaron al consumo pasivo de tabaco como un cancerígeno Grupo A.

Esto era abiertamente un fraude científico, pero formó las bases para las prohibiciones de fumar en restaurantes, oficinas y aeropuertos. California prohibió fumar en público en 1995. Muy pronto, ningún reclamo fue demasiado extremo. Para 1998, el Christian Science Monitor estaba diciendo que "el consumo pasivo de tabaco es la tercera causa de muerte prevenible en la nación". La American Cancer Society anunció que 53.000 fumadores pasivos morían cada año por ello. La evidencia para estas afirmaciones es inexistente.

En 1998, un juez federal sostuvo que la EPA había actuado de manera impropia, que había "llegado a una conclusión antes de que la investigación hubiese comenzado" y que había "desechado información y realizado descubrimientos sobre información selectiva". La reacción de Carol Browner, jefa de la EPA, fue: "Apoyamos nuestra ciencia... existe un amplio acuerdo. El pueblo Americano ciertamente reconoce que la exposición al humo de segunda mano trae... un completa serie de problemas de salud". Nuevamente, nótese la manera en que el reclamo del consenso trampea a la ciencia. En este caso, ¡ni siquiera es un consenso de científicos el que invoca Browner! Es el consenso del pueblo de Estados Unidos.

Mientras tanto, estudios cada vez más grandes fracasaban en confirmar cualquier asociación. Un gran estudio de la Organización Mundial de la Salud, hecho en siete países en 1998, no encontró asociación ninguna. Como tampoco lo han hecho subsecuentes estudios bien controlados, según mi conocimiento. Y sin embargo leemos ahora, por ejemplo, que la inhalación pasiva de humo de tabaco causa cáncer de mama. Llegado a este punto, usted puede decir lo que se le ocurra sobre el fumador pasivo.

Como con el invierno nuclear, la mala ciencia es usada para promover lo que la mayor parte de la gente consideraría buena política. Ciertamente yo pienso que lo es. No quiero gente fumando a mi alrededor. De manera que, ¿quién hablará en contra de la prohibición del cigarrillo? Nadie. Y si lo hace, será catalogado como un fan de RJ Reynolds. Un sirviente de las grandes tabaqueras. Pero la verdad es que ahora tenemos una política social apoyada sobre la más grosera de las supersticiones. Y le hemos dado a la EPA una mala lección sobre cómo portarse mal en el futuro. Le hemos dicho que hacer trampa es la manera de tener éxito.

A medida de que el siglo XX llegaba a su fin, la conexión entre hechos científicos y políticas públicas se tornó cada vez más elástica. En parte, esto fue posible por la complacencia de la profesión científica; en parte a causa de la falta de buena educación científica del público; en parte por el surgimiento de grupos de reivindicación especializados que han tenido enorme éxito en obtener publicidad y dar forma a las políticas; y en gran parte por el declive de los medios como agente independiente de evaluación de los hechos.

El deterioro de los medios americanos es una terrible pérdida para nuestro país. Cuando instituciones distinguidas como el New York Times ya no pueden diferenciar entre contexto fáctico y opinión editorial, sino que los mezclan libremente en su primera plana, ¿quién seguirá normas más elevadas?

Y así, en este elástico mundo de todo-vale, donde la ciencia -o la no-ciencia- es la sirvienta de cuestionables políticas públicas, llegamos finalmente al calentamiento global. No es mi propósito aquí reflotar los detalles de éste, el más magnífico demonio que asola al mundo. Les recordaré solamente el ahora familiar patrón con el que se establecen estas cosas. Se da brillo a evidencias inciertas en un indecoroso apuro por lograr políticas que salten por encima de las evidencias y por obtener subsidios para apoyar las políticas, entregando las conclusiones deseadas por el patrocinador. Luego, el aislamiento de aquellos científicos que no se pliegan al programa y la caracterización de esos científicos como extraños o "escépticos" entre comillas; individuos sospechosos con motivos sospechosos, lacayos de la industria, reaccionarios, o simples chiflados anti-ecologistas. En breve, el debate se termina, aún cuando prominentes científicos están incómodos con la manera en que se están haciendo las cosas.

¿Cuándo se convirtió "escéptico" en una mala palabra en ciencia? ¿Cuándo requirió escéptico el entrecomillado a su alrededor?

Para alguien de fuera, la innovación más significativa en la controversia del calentamiento global es la clara confianza que se le da a los modelos computerizados. En la época del invierno nuclear, se invocaba a los modelos computerizados para añadirle peso a una conclusión: "estos resultados se han logrado con la ayuda de un modelo computado". Pero ahora se ven modelos de gran tamaño como generadores de datos por sí mismos. Ya no se juzga más a los modelos por la manera correcta en que reproducen la información del mundo real; cada vez más, son los modelos los que generan esos datos como si ellos mismos fuesen una realidad. Y en verdad lo son, cuando nos proyectamos hacia adelante. No pueden existir datos observados del año 2100. Sólo existen "ejecuciones de modelos".

Esta fascinación con los modelos computarizados es algo que comprendo muy bien. Richard Feynman lo llamó "una enfermedad". Me temo que está en lo cierto. Porque solamente si usted se pasa una enorme cantidad de tiempo mirando la pantalla de una computadora, puede llegar al complejo punto a donde ha llegado ahora el debate sobre el calentamiento global.

Nadie cree en una predicción del tiempo con doce horas de antelación. ¿Y se nos pide que creamos en una predicción que se interna 100 años en el futuro? ¿Y que hagamos inversiones financieras basadas en esas predicciones? ¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco?

Volviendo atrás, tengo que decir que la arrogancia de los modeladores me quita el aliento. En todos los siglos han existido científicos que decían saberlo todo. Dado que el clima puede ser un sistema caótico -nadie está seguro- estas predicciones son inherentemente dudosas, por decirlo amablemente. Pero, centrándonos en el quid de la cuestión, aún si los modelos fuesen correctos científicamente, jamás podrán incluir la sociología. Predecir cualquier cosa a cien años vista es simplemente absurdo.

Mire: si yo estuviese vendiendo acciones de una compañía y le afirmo que será rentable en el 2100, ¿las compraría usted? ¿O pensaría que la idea es tan loca que seguramente es una estafa?

Pensemos en la gente de Nueva York en 1900, por ejemplo. Si ellos se hubieran preocupado acerca de la gente del año 2000, ¿de qué podrían haberse preocupado? Probablemente, lo que se preguntaría es de dónde conseguiríamos caballos suficientes. Y lo que haríamos con tanto guano de caballo. Si la polución equina era mala en 1900, piense en lo malo que sería cien años después, con tanta gente usando caballos.[1]

Pero por supuesto, a los pocos años, nadie más usaba caballos, excepto como deporte. Y en el 2000, Francia estaba obteniendo el 80% de su electricidad de una forma de energía que era desconocida en 1900. Alemania, Suiza, Bélgica, y Japón obtenían más del 30% de esta fuente de energía desconocida en 1900. Recuerde: la gente de 1900 ni siquiera sabía lo que era el átomo. No conocían su estructura.

Tampoco sabían lo que era una radio, o un aeropuerto, o una película de cine, o la televisión, o una computadora, o un teléfono celular, o un avión a chorro, una filmadora de video, un antobiótico, un cohete, un satélite, una CPU, IBM, MRI, ICU, DIU, IRA, ERA, EEG, EPA, DGI, UPS, POP3, HTML, JPG, internet, interferon, "replay" instantáneo, "fast forward", "rewind", sensor remoto, control remoto, discado directo internacional, terapia de genes, división de genes, ni siquiera genes, soldadura de arco y de punto, buscadores de calor, bipolar, prozac, leotardos, pañales descartables, email, grabador de cinta, CD, bolsas de aire, frenos ABS, explosivo plástico, plásticos, robots, automóviles, liposucción, transfusión de sangre, superconductores, antenas parabólicas, TV por satélite, aerobic, ultrasonido, nylon, rayon, teflon, fibra óptica, túnel carpiano, cirugía láser, laparoscopía, transplantes de córnea, de riñón, de hígado, de corazón, SIDA, ... nada de esto habría tenido el menor significado para una persona en el año 1900. No sabría de qué demonios estamos hablando.

Bien, y ahora usted me dice que puede predecir el mundo de 2100. Dígame si realmente vale la pena pensar en ello. Nuestros modelos simplemente transportan nuestro presente al futuro. Están destinados a equivocarse. Cualquiera que lo piense un poco se da cuenta de eso.

Les recuerdo que en el tiempo de vida de la mayoría de los científicos que viven hoy, ya hemos tenido ejemplos de espantosas predicciones contradichas por las nuevas tecnologías. Me refiero a la Revolución Verde. En 1960, Paul Ehrlich dijo: "La batalla para alimentar a la humanidad ha terminado. En los años 70, el mundo sufrirá hambrunas - cientos de millones de personas morirán de hambre". Diez años más tarde, predijo que cuatro mil millones de personas morirían de hambre en los años 80, incluyendo a 65 millones de norteamericanos. Las hambrunas masivas predichas jamás ocurrieron, y ahora parece que jamás ocurrirán. Como tampoco se alcanzarán los números predichos hace diez años para la explosión poblacional. En 1990, los modelos climáticos anticiparon una población mundial de 11.000 millones para el 2100. Hoy, mucha gente piensa que la cifra correcta será de 7.000 millones, y decreciendo. Pero nadie lo sabe con certeza.

Pero es imposible ignorar lo estrechamente que se ajusta la historia del calentamiento global al patrón usado para el invierno nuclear. Lo mismo que los primeros estudios del invierno nuclear declararon que las incertidumbres e ignorancias eran tan grandes que las probabilidades jamás se podrían conocer, también los primeros pronunciamientos sobre el calentamiento global argumentaron fuertes límites para lo que se podría establecer con certeza sobre el cambio de clima.

El borrador del Informe 1995 del IPCC (preparado por los científicos) decía, "Toda afirmación sobre la posible detección de un cambio significativo del clima permanecerá siendo controvertida hasta que las incertidumbres en la total variabilidad natural del sistema climático se hayan reducido". También decía: "Ningún estudio a la fecha ha establecido positivamente y atribuido todo, o parte del cambio de clima observado, a causas antropogénicas". Esas declaraciones de los científicos autores del borrador fueron quitadas del texto final y, en su lugar, los miembros políticos del IPCC introdujeron lo siguiente. "El balance de las evidencias sugiere una discernible influencia humana sobre el clima".

Sin embargo, lo que está claro en este asunto es que la ciencia y la política se han mezclado de manera inextricable, hasta el punto en que será difícil, si no imposible, separarlas otra vez. Es posible para un observador imparcial hacer serias preguntas sobre la conducción de las investigaciones en el calentamiento global, tales como si estamos dando los pasos apropiados para mejorar la calidad de nuestros registros de datos observados, si estamos obteniendo sistemáticamente la información que clarificará las incertidumbres existentes o si tenemos un buen y desinteresado mecanismo para dirigir la investigación en esta área tan discutida.


La respuesta a estas preguntas es no. No lo tenemos.


Tratando de pensar sobre la manera en que estas cuestiones pueden resolverse, se me ocurre que en la progresión desde SET al invierno nuclear, al fumador pasivo, al calentamiento global, tenemos un mensaje muy claro, y es que podemos esperar en el futuro más y más problemas de políticas públicas que manejan asuntos técnicos; problemas de seriedad creciente, en donde la gente se preocupará apasionadamente en ambos lados.

Y en este momento no tenemos un mecanismo para obtener buenas respuestas. De modo que voy a proponer uno.

Del mismo modo en que hemos establecido una tradición de investigación de "doble ciego" para determinar la eficacia de las medicinas, también tenemos que instaurar la investigación de doble ciego en otras áreas políticas. De manera muy cierta, el exagerado uso de los modelos computerizados, tales como los MCG del clima, pide a gritos la separación de aquellos que diseñan los modelos de quienes los verifican. El hecho es que la actual estructura de la ciencia es empresarial, con equipos individuales de investigación compitiendo entre ellos por los fondos de organizaciones que, demasiado a menudo, tienen un claro interés en los resultados de la investigación (o tiene la apariencia de serlo, lo que puede llegar a ser peor). Esto no es saludable para la ciencia.

Tarde o temprano, tenemos que formar un instituto de investigación independiente. Tiene que estar financiado por la industria, por el gobierno y por la filantropía privada, tanto individuos como fundaciones y trusts. El dinero tiene que ir a un fondo común, de manera que los investigadores no sabrán quién les está pagando. El instituto deberá financiar a más de un equipo para hacer investigación sobre un área en particular, y la verificación de los resultados tendrá que ser un requisito predeterminado: los equipos sabrán que sus resultados serán verificados por otros grupos.

En muchos casos, quienes decidan la manera en que los datos serán recogidos no serán quienes los recojan, y quienes los recogen no los analizarán. Si tenemos que enfrentar a los registros de temperaturas con un rigor similar, estaríamos en el buen camino de comprender exactamente cuánta fe podemos poner en el calentamiento global, y en consecuencia, con cuánta seriedad debemos enfrentar esto.

Yo creo que, a medida que nos acercamos al final de esta letanía, algunos de ustedes pueden estar diciendo: "Bien, ¿y cuál es el problema, realmente? Cometimos algunos errores. Y algunos científicos han exagerado sus casos y están avergonzados. ¿Y qué pasa con eso?"

Le diré lo que pasa.

En años recientes, mucho se dijo sobre las afirmaciones posmodernistas sobre la ciencia, al efecto que la ciencia es sólo una forma más de poder básico, engañosamente entregada como reclamos especiales de búsqueda de la verdad y objetividad que realmente no tiene su base en los hechos. Se nos dice que la ciencia no es mejor que otra actividad. Estas ideas enfurecen a muchos científicos, y me enojan a mí. Pero eventos recientes me han hecho preguntarme si son correctas. Podemos tomar como ejemplo la recepción científica dada al estadístico danés Björn Lomborg, quien recientemente escribió un libro llamado El Ecologista Escéptico.

La comunidad científica respondió de una manera que sólo podemos describir como "desgraciada". En la literatura profesional hubo quejas de que Lomborg no tenía estatura a causa de que no es un científico especializado en ciencias de la tierra. Su editor, Cambridge University Press, fue atacado con gritos de que el editor debería ser echado de su puesto, y que todos los buenos científicos deberían evitar la editorial. El ex presidente de la AAAS[2] se preguntó sobre cómo Cambridge University Press pudo "haber publicado un libro que tan claramente no podría haber pasado la revisión de pares".

Pero por supuesto que el libro pasó la revisión de tres científicos de la tierra en ambos lados del Atlántico, y todos recomendaron su publicación. Pero, ¿qué hacen los científicos atacando una imprenta? ¿Es este un nuevo macartismo proveniente de los científicos?

Lo peor de todo fue el comportamiento del Scientific American, que pareció con intenciones de probar el punto posmodernista de que todo era sobre poder y no sobre hechos. El Scientific American atacó a Lomborg usando once páginas, y sólo descubrió nueve errores fácticos, a pesar de su afirmación de que el libro "estaba repleto de errores descuidados". Fue una pobre demostración caracterizada por viciosos ataques ad-hominem, incluyendo una comparación de Lomborg con un negador del Holocausto. El asunto fue descrito como "La ciencia se defiende a si misma del Ecologista Escéptico".¿Realmente tiene que defenderse la ciencia a si misma? ¿Es esto a lo hemos llegado?

Cuando Lomborg pidió espacio para rebatir a sus críticos, se le concedió únicamente una página y media. Lomborg dijo que no era suficiente, puso los ensayos de sus críticos en su página web y los respondió detalladamente. El Scientific American amenazó con infracción al "copyright", y le obligó a quitar esas páginas de Internet.

Posteriores ataques desde entonces han demostrado con claridad qué es lo que está sucediendo. Lomborg ha sido acusado de herejía. Por eso ninguno de sus críticos tiene que sustanciar sus ataques en detalle. Por eso los hechos no tienen importancia. Por eso pueden atacarlo de la manera más viciosa en términos personales. Es un hereje.

Por supuesto, cualquier científico puede ser acusado en la forma en que lo fue Galileo. Pero jamás me imaginé que vería al Scientific American vestido con el ropaje de la Madre Iglesia.

¿Es esto en lo se ha convertido la ciencia? Espero que no. Pero es en lo que se convertirá, a menos de que haya un esfuerzo concertado por los más importantes científicos para separar agresivamente la ciencia de la política. Philip Handler, ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias, dijo que "los científicos sirven de la mejor manera a los intereses públicos viviendo dentro de la ética de la ciencia, y no en la de los políticos. Si la comunidad científica no desenmascara a los charlatanes, el público no podrá discernir la diferencia - la ciencia y la nación sufrirán". Personalmente, no me preocupa la nación. Pero me preocupa la ciencia.

Muchas gracias


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[1] Nota de Eduardo Ferreyra: En 1880, Elbert James, un "ecologista" de entonces, en un informe titulado Global 1900 -precursor del famoso Global 2000 de James Carter en 1980- profetizaba todo tipo de catástrofes debidas a la actividad perniciosa de la humanidad. Calculó que para 1900 la cantidad de guano de caballo producida por el aumento de la población equina de los EEUU - necesaria para mover tantos carruajes y transportar al aumento de población y actividad - llenaría un volumen tres veces el del Gran Cañón del Colorado!

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Comentarios para el Commonwealth Club

Por Michael Crichton

San Francisco, 15 de septiembre de 2005
Se me ha pedido hablar sobre cuál considero el mayor reto que tiene que afrontar la humanidad y tengo fundamentalmente una respuesta. El mayor reto que tiene que afrontar la humanidad es el reto de distinguir la realidad de la fantasía, la verdad de la propaganda. Conocer la verdad ha sido siempre un reto para la humanidad, pero en la era de la información (a la que considero más bien la era de la desinformación) se convierte en algo especialmente urgente e importante.

Debemos decidir diariamente si las amenazas que nos acechan son reales, si las soluciones que se nos ofrecen resultarán buenas, si los problemas que se nos dice que existen son de hecho problemas reales o no lo son. Cada uno de nosotros tiene un concepto del mundo y todos sabemos que ese concepto nos viene en parte dado por lo que otra gente y la sociedad nos dicen, en parte generado por nuestro estado emocional, que proyectamos hacia fuera, y en parte por nuestras auténticas percepciones de la realidad. En resumen, nuestro esfuerzo por determinar cuál es la realidad es un esfuerzo por decidir cuáles de nuestras percepciones son auténticas y cuáles son falsas porque nos las han inculcado o vendido o se han generado a través de nuestras propias esperanzas y temores.

Como ejemplo de este reto, hoy me gustaría hablar de ecologismo. Y con el fin de que no se me entienda mal, quiero dejar perfectamente claro que creo que nos incumbe vivir de forma que se tengan en cuenta todas las consecuencias de nuestras acciones, incluyendo las que afecten a otras personas y al medio ambiente. Creo que es importante actuar de forma que se respete el medio ambiente y creo que será siempre necesario pensando en el futuro. Creo el mundo tiene problemas reales y creo que puede y debería mejorarse. Pero también pienso que es tremendamente difícil decidir qué constituye una acción responsable y que las consecuencias de nuestras acciones son a menudo difíciles de prever. Pienso que nuestras pasadas formas de acción medioambiental son descorazonadoras, por decirlo suavemente, porque incluso nuestros esfuerzos mejor intencionados habitualmente se tuercen. Pero pienso que no reconocemos nuestros fallos anteriores ni los afrontamos directamente. Y creo saber por qué.

Yo estudié antropología en la universidad y una de las cosas que aprendí fue que ciertas estructuras sociales humanas siempre reaparecen. No pueden eliminarse de la sociedad. Una de esas estructuras es la religión. Hoy en día se dice que vivimos en una sociedad laica en la cual mucha gente (la mejor, la más ilustrada) no cree en ninguna religión. Pero pienso que la religión no puede eliminarse de la psique de la humanidad. Si suprimimos alguna forma, simplemente reaparece en otra. Podemos no creer en Dios, pero seguimos teniendo que creer en algo que dé sentido a nuestra vida y al mundo. Esa creencia es religiosa.

Hoy día, una de las religiones más poderosas del Mundo Occidental es el ecologismo. El ecologismo parece ser la religión que eligen los ateos urbanos. ¿Por qué digo que es una religión? Bueno, basta con mirar sus creencias. Si se miran con cuidado, vemos que el ecologismo es de hecho una perfecta reconfiguración del siglo XXI de los mitos y creencias tradicionales del judeocristianismo.

Hay un Edén inicial, un paraíso, un estado de gracia y unidad con la naturaleza, hay una caída de la gracia en un estado de contaminación como resultado de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal y como consecuencia de nuestros actos hay por llegar un día del juicio para todos. Todos somos pecadores energéticos, condenados a morir, salvo que busquemos la salvación, que ahora se llama sostenibilidad. La sostenibilidad es la salvación en la iglesia del ecologismo. Igual que la comida orgánica es su comunión, esa hostia libre de pesticidas que ingiere la gente buena con las creencias correctas.

El Edén, la caída del hombre, la pérdida de la gracia, el juicio final que viene... son estructuras míticas profundamente enraizadas. Son creencias profundamente conservadoras. Incluso puede que estén impresas en el cerebro, por lo que sé. Sin duda no quiero disuadir a nadie de ellas, como no quiero disuadir a nadie de la creencia en que Jesucristo es el hijo de Dios que resucitó de entre los muertos. Pero la razón por la que no quiero disuadir a nadie es que no puedo hacerlo. No hay hechos a discutir. Son asuntos de fe.

Y eso es lo que pasa, tristemente, con el ecologismo. Cada vez más, parece que los hechos no son necesarios, porque los principios del ecologismo son creencias. Se trata de si vas a ser un pecador o salvarte. De si vas a estar en el lado de los salvados o de los condenados. De si eres uno de los nuestros o de los suyos.

¿Estoy exagerando? Me temo que no. Porque sabemos mucho más acerca del mundo de lo que sabíamos hace cuarenta o cincuenta años. Y lo que ahora sabemos no apoya demasiado ciertos mitos básicos del ecologismo, sin embargo los mitos no mueren. Examinemos algunas de esas creencias. No hay un Edén. Nunca lo ha habido. ¿Cuál fue el Edén del maravilloso pasado mítico? ¿Fue el tiempo en que la mortalidad infantil era del 80%, cuando cuatro de cada cinco niños morían de enfermedad antes de cumplir cinco años? ¿Cuando una mujer de cada seis moría al dar a luz? ¿Cuando la esperanza de vida era de 40 años, como en la de América hace un siglo? ¿Cuando las plagas se extendían por todo el planeta, matando a millones de golpe? ¿Fue cuando millones morían de hambre? ¿Fue entonces cuando hubo un edén?

¿Y qué hay de los pueblos indígenas, viviendo en un estado de armonía con el paradisíaco medio ambiente? Bueno, nunca lo vivieron. En este continente, los recién llegados que cruzaron el puente de tierra se establecieron inmediatamente expulsando a cientos de especies de grandes animales y lo hicieron varios miles de años antes de que llegara el hombre blanco para acelerar el proceso. ¿Y cuáles eran sus condiciones de vida? ¿De amor, paz y armonía? Difícilmente: los primeros habitantes del Nuevo Mundo vivieron en un constante estado de guerra. Generaciones de odio, de odios tribales y batallas constantes. Son famosas las tribus guerreras de este continente: comanches, sioux, apaches, mohicanos, aztecas, toltecas, incas. Algunos practicaban el infanticidio y los sacrificios humanos. Y aquellas tribus que no fueron ferozmente guerreras fueron exterminadas o aprendieron a construir sus pueblos en altos acantilados para tener ciertas medidas de seguridad.

¿Qué hay de las condiciones humanas en el resto del mundo? Los maoríes de Nueva Zelanda realizaban masacres habitualmente. Los dyak de Borneo eran cazadores de cabezas. Los polinesios, viviendo en un entorno lo más cercano al paraíso que puede imaginarse, batallaban constantemente y crearon una sociedad tan terriblemente restrictiva que podían perder la vida si pisaban la huella del pie de un jefe. Fueron los polinesios los que nos dieron el concepto de tabú, así como la misma palabra. El buen salvaje es una fantasía y nunca fue una realidad. El que todavía haya quien crea en él, 200 años después de Rousseau, demuestra la tenacidad de los mitos religiosos, su capacidad para perdurar a pesar de siglos de hechos que los contradicen.

Incluso hubo un movimiento académico a finales del siglo XX que afirmaba que el canibalismo era una invención del hombre blanco para demonizar a los pueblos indígenas (sólo académicos podrían plantear una batalla de este tipo). Hasta pasados treinta años los profesores no acordaron que sí, que de hecho el canibalismo aparece entre seres humanos. Mientras tanto, los montañeses de Nueva Guinea continuaron comiendo los cerebros de sus enemigos hasta que finalmente se les hizo entender que cuando lo hacían corrían el riesgo de contraer el kuru, una enfermedad neurológica mortal.

Más recientemente, los amables tasaday de Filipinas resultaron ser un truco publicitario, una tribu inexistente. Y los pigmeos africanos tienen una de las tasas de homicidios más altas del mundo.

En resumen, la visión romántica de un mundo natural como un feliz edén sólo la sostienen personas sin experiencia real acerca de la naturaleza. La gente que vive en la naturaleza no es en absoluto romántica. Pueden tener creencias espirituales acerca del mundo que les rodea, pueden tener un sentido de la unidad de la naturaleza o de la vida en todas sus formas, pero siguen matando animales y arrancando plantas para comer, para vivir. Si no lo hicieran, morirían.

Y si, incluso ahora, nos situáramos en medio de la naturaleza aunque sólo sea unos días, rápidamente se nos quitarían todas nuestra fantasías románticas. Hagan un safari por las junglas de Borneo y en poco tiempo tendrán la piel llena de llagas, bichos por todo el cuerpo, picándoles el pelo, entrándoles por la nariz y las orejas. Tendrían infecciones y molestias y si no estuvieran con alguien que sepa qué hacer, pronto morirían de hambre. Pero lo más probable es que incluso en las junglas de Borneo no experimenten la naturaleza tan directamente, puesto que habrán cubierto todo su cuerpo con repelente de insectos y estarían haciendo todo lo posible para mantener alejados a los bichos.

La verdad es que casi nadie quiere vivir la naturaleza real. Lo que quiere la gente es estar una semana o dos en una cabaña en el bosque, con cristales en las ventanas. Quieren una vida más simplificada por un tiempo, sin todos sus cachivaches. O un agradable descenso de un río de unos pocos días, con alguien que haga la comida en su lugar. Nadie quiere realmente volver a la naturaleza y nadie lo hace. Sólo es palabrería (y a medida que la población mundial se va convirtiendo en urbana, palabrería desinformada). Los granjeros saben de qué se trata. La gente de ciudad, no. Sólo es fantasía.

Una manera de evaluar la persistencia de la fantasía es tener cuenta la cantidad de gente que muere porque no tiene el más mínimo conocimiento acerca de cómo es la naturaleza en realidad. Se ponen junto a animales salvajes, como un bisonte, para sacarse una fotografía y mueren pisoteados, suben a una montaña con tiempo inestable sin el material apropiado y mueren congelados. Se ahogan entre las olas en vacaciones porque no pueden concebir el poder real de lo que despreocupadamente llamamos “la fuerza de la naturaleza”. Han visto el océano. Pero no han estado en él.

La generación de la televisión espera que la naturaleza actúe cómo ellos quieren. Piensan que todas las experiencias vitales pueden grabarse en vídeo. La idea de que el mundo natural siga sus propias normas y le importe un rábano lo que uno espera se les aparece en forma de choque brutal. La gente acomodada y educada en un entorno urbano tiene la capacidad de llevar su vida diaria a su manera. Compran ropa de su gusto y decoran sus casas como les parece. Dentro de ciertos límites, pueden conseguir un mundo urbano cotidiano que les guste.

Pero el mundo natural no es tan maleable. Por el contrario, reclama que te adaptes a él (y si no lo haces, mueres). Es un mundo duro, poderoso e inmisericorde, que la mayoría de los urbanitas occidentales jamás ha experimentado.

Hace muchos años, yo estaba haciendo senderismo en las montañas del Karakorum, al norte de Pakistán, cuando mi grupo llegó a un río que teníamos que cruzar. Era un río glaciar, de un frío helador y discurría muy rápido, pero no era profundo: tal vez tres pies como mucho. Mi guía puso cuerdas para que la gente se agarrara a ellas mientras cruzaba el río y todo el mundo, uno a uno, lo hizo con muchísimo cuidado. Pregunté al guía cuál era el problema de cruzar un río de tres pies de profundidad. Me dijo: bien, supongamos que usted se cae y sufre una fractura. Estamos a cuatro días de camino de la última población grande donde había una radio. Incluso si el guía volviera al doble de velocidad para obtener ayuda, tardaría al menos tres días antes de poder volver con un helicóptero. Si es que hubiera algún helicóptero disponible. Y en tres días, yo probablemente habría muerto por mis lesiones. Por eso es por lo que todo el mundo cruzaba con tanto cuidado. Porque en la naturaleza un pequeño resbalón puede ser mortal.

Pero volvamos a la religión. Si el Edén es una fantasía que nunca existió y la humanidad nunca fue noble, buena y amable, si no cayó en desgracia, ¿qué pasa con el resto de los principios religiosos? ¿Qué hay de la salvación, la sostenibilidad y el juicio final? ¿Qué hay acerca de la futura condena medioambiental de los combustibles fósiles y el calentamiento global, si no nos postramos de rodillas y conservamos todos los días?

Bueno, resulta interesante. Podemos haber advertido que últimamente falta algo en la lista del día del juicio. Aunque los predicadores del ecologismo durante cincuenta años han estado dando la alarma acerca de la población, en la última década las cifras de población mundial parecen haber experimentado un cambio inesperado. Las tasas de fertilidad disminuyen en casi todas partes. Como consecuencia, durante mi vida las sesudas predicciones sobre el total de población en el mundo han ido de un máximo de 20.000 millones, a 15.000 millones, a 11.000 millones (que era la estimación de la ONU hacia 1990), a los actuales 9.000 millones, y seguramente pronto será menor. Algunos piensan que la población mundial tocará techo en 2050 y después empezará a disminuir. Algunos predicen que en el 2100 habrá menos gente que ahora. ¿Es una razón para alegrarse, para decir aleluya? Sin duda no. De inmediato, escuchamos acerca de la inminente crisis de la economía mundial por la disminución de población. Escuchamos acerca de la inminente crisis por el envejecimiento de la población. Nadie, en ningún lugar dirá que los temores principales expresados durante la mayor parte de mi vida han resultado no ser ciertos. A medida que avanzábamos hacia el futuro, esas visiones del día del juicio desaparecieron, como un espejismo en el desierto. Nunca estuvieron ahí (aunque todavía aparecen, en el futuro). Como los espejismos.

Muy bien, entonces los predicadores se equivocaron. Hicieron una predicción errónea, son humanos. ¿Y qué? Desafortunadamente, no es solo una predicción. Son un montón. Se está acabando el petróleo. Se están acabando los recursos naturales. Paul Ehrlich: 60 millones de americanos morirán de hambre en los 80. Cuarenta mil especies se extinguen cada año. La mitad de las especies del planeta se extinguirán para el año 2000. Y más y más y más.

Con tantos fallos en el pasado, podríamos pensar que las predicciones medioambientales serían más cautelosas. Pero no: es una religión. Recordemos que el chalado en la acera llevando el cartel que predice el fin del mundo no se rinde cuando el mundo no termina el día que él espera. Simplemente cambia su cartel, fija un nuevo día del juicio y vuelve a recorrer las calles. Una de las características definitorias de la religión es que nuestras creencias no se ven alteradas por los hechos, porque no tienen nada que ver con los hechos.

Así que voy a darles algunos hechos. Sé que no han leído nada acerca de lo que les voy a decir en el periódico, porque los periódicos literalmente no informan de ellos. Puedo decirles que el DDT no es cancerígeno y no causa muertes a los pájaros y nunca debería haber sido prohibido. Puedo decirles que la gente que lo prohibió sabía que no era cancerígeno y lo prohibieron de todas formas. Puedo decirles que la prohibición del DDT ha causado la muerte de decenas de millones de gente pobre, principalmente niños, cuyas muertes son directamente atribuibles a una cruel sociedad occidental avanzada tecnológicamente que promovió la nueva causa del ecologismo creando una fantasía acerca de un pesticida y dañando así irrevocablemente al tercer mundo. La prohibición del DDT es uno de los episodios más desgraciados de la historia del siglo XX en América. Lo sabíamos bien y de todas formas lo hicimos, y dejamos morir a gente en todo el mundo sin que nos importara en absoluto.

Puedo decirles que el fumador pasivo no corre riesgo alguno ni lo ha corrido jamás, y la EPA siempre lo ha sabido. Puedo decirles que la evidencia del calentamiento global es mucho menor de lo que sus proponentes nunca admitirán. Puedo decirles que el porcentaje de terrenos urbanizados en EEUU, incluyendo ciudades y carreteras, es del 5%. Puedo decirles que el desierto del Sahara está disminuyendo de tamaño y el total de hielo de la Antártica se está incrementando. Puedo decirles que un grupo de expertos de máximo nivel concluyeron en la revista Science que no hay tecnología conocida que nos permita detener el incremento de dióxido de carbono en el siglo XXI. Ni la eólica, ni la solar, ni siquiera la nuclear. El grupo concluyó que era necesaria una tecnología totalmente nueva (como la fusión nuclear), y que en caso contrario no podía hacer nada y mientras tanto todos los esfuerzos serían una pérdida de tiempo. Decían que cuando los informes del IPCC de la ONU afirmaban que existían tecnologías alternativas y podrían controlar los gases de efecto invernadero, la ONU estaba equivocada.

Puedo detallar, con suficiente tiempo, los hechos que justifican estas opiniones y puedo citar los artículos apropiados que no aparecen en revistas de chalados, sino en las revistas científicas más prestigiosas, como Science y Nature. Pero esas referencias probablemente no importarán nada más que a un puñado de ustedes, porque las creencias de una religión no dependen de los hechos, sino más bien son materias de fe. Creencias inamovibles.

La mayor parte de nosotros ha tenido alguna experiencia en tratar con fundamentalistas religiosos y entendemos que uno de sus problemas que no se ven a sí mismos en perspectiva. Nunca reconocen que su manera de pensar es sólo una de muchas otras posibles y que pueden ser igual de buenas o útiles. Por el contrario, creen que su manera es la correcta, todas las demás son erróneas, están en el negocio de la salvación y quieren ayudarnos a ver las cosas de la forma correcta. Quieren ayudar a salvarnos. Son totalmente rígidos y no les interesan los puntos de vista opuestos. En nuestro moderno y complejo mundo, el fundamentalismo es peligroso a causa de su rigidez y su impermeabilidad a otras ideas.

Quiero defender que es nuestro momento para realizar un gran cambio en nuestro pensamiento acerca del medio ambiente, similar al que se produjo en torno a primer Día de la Tierra en 1970, cuando se expresó por primera vez esta inquietud. Pero esta vez necesitamos sacar al ecologismo de la esfera de la religión. Necesitamos acabar con las fantasías míticas y las predicciones apocalípticas. En su lugar, necesitamos empezar a hacer ciencia pura y dura.

Hay dos razones por las que pienso que todos necesitamos librarnos de la religión en el ecologismo.

En primer lugar, necesitamos un movimiento medioambiental y ese movimiento no es muy efectivo si resulta ser como una religión. Sabemos por la historia que las religiones tienden a matar gente y el ecologismo ya ha matado en distintos lugares entre 10 y 30 millones de personas desde los años 70. No es una buena cifra. El ecologismo necesita estar absolutamente basado en ciencia objetiva y verificable, necesita ser racional y flexible. Y necesita ser apolítico. Mezclar preocupaciones medioambientales con las fantasías fanáticas que tiene la gente sobre un partido político u otro es olvidar la fría verdad: que hay poca diferencia entre los partidos, excepto en su retórica. Al esfuerzo por promover legislación eficaz para el medioambiente no le ayuda pensar que los demócratas nos salvarán y los republicanos no. No olvidemos qué presidente fundó la EPA: Richard Nixon. Y no olvidemos qué presidente otorgó licencias petrolíferas federales, permitiendo las perforaciones en Santa Bárbara: Lyndon Johnson. Así que dejemos la política aparte cuando pensemos en el medio ambiente.

La segunda razón para abandonar la religión ecologista es más apremiante. Las religiones piensan que lo saben todo, pero la triste realidad del medio ambiente es que nos vemos con sistemas evolutivos increíblemente complejos y normalmente no estamos seguros de cuál es la mejor manera de proceder. Los que están seguros demuestran así su tipo de personalidad o su sistema de creencias, no su nivel de conocimiento. Nuestra actuación en el pasado, por ejemplo, gestionado parques naturales, es humillante. Nuestro esfuerzo de cincuenta años sobre la supresión de fuegos forestales es un desastre bienintencionado del que nuestros bosques nunca se recuperarán. Necesitamos ser humildes, profundamente humildes, a la vista de lo que intentamos hacer. Necesitamos probar varios métodos para hacer las cosas. Necesitamos ser abiertos para examinar los resultados de nuestros esfuerzos y flexibles al sopesar necesidades. Las religiones no son buenas para ninguna de estas cosas.

¿Cómo nos las arreglaremos para arrancar el ecologismo de las garras de la religión y volver a hacer de él una disciplina científica? Hay una respuesta sencilla: debemos establecer requisitos más estrictos para lo que constituye el conocimiento en el entorno ecologista. Estoy absolutamente harto de supuestos hechos politizados que simplemente no son verdad. No es que esos “hechos” sean exageraciones de una verdad subyacente. Tampoco que ciertas organizaciones depuran el caso para presentarlo de la manera que más les interesa. En absoluto: lo que están haciendo cada vez más grupos es presentarnos sus mentiras, pura y simplemente. Mentiras que saben que son falsas.

Esta tendencia empezó como la campaña contra el DDT y se mantiene hasta hoy día. En este momento, la EPA está politizada sin remisión. Siguiendo a Carol Browner, probablemente sea mejor cerrarla y empezar de nuevo. Lo que necesitamos es una organización más cercana a la FDA. Necesitamos una organización que sea despiadada en la consecución de resultados verificables, que financie proyectos de investigación idénticos a más de un grupo y así todos en este campo se harán honrados rápidamente.

Porque al final la ciencia nos ofrece la única manera de evitar la política. Y si permitimos que la ciencia se politice, estamos perdidos. Entraremos la versión Internet de las épocas oscuras, una era de crecientes temores y prejuicios salvajes, transmitidos a la gente que no conoce nada mejor. No es un buen futuro para la raza humana. Es nuestro pasado. Así que es el momento de abandonar la religión del ecologismo y volver a la ciencia del ecologismo y basar firmemente en él nuestras decisiones políticas públicas.

Muchas gracias.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Más de un millón y medio de niños sufrirán algún tipo de maltrato en España a lo largo de su infancia


Leo en socialdemocracia.org la pregunta que se hace la asociación PRODENI contra el maltrato infantil:

¿Es cierto qué se producen 500.000 casos de maltrato infantil en España?. ¿Es cierto que más de un millón de niños sufren en nuestro país abusos sexuales, como estima la asociación PRODENI a lo largo de su infancia?. Los datos ofrecidos por PRODENI se pueden leer aquí. .

Hace tan solo un año el Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia, denunciaba que un 8 % de los niños españoles sufrían algún tipo de abuso o maltrato, y que sólo se denunciaba el 10 % de los casos, quedando el 90 % sin denunciarse.

También se ha denunciado que 1 de cada 7 niños sufre agresiones físicas continuadas en España, se supone que será algo más que un cachete.

Recientemente habíamos denunciado en Ciudadanos en la Red la vertiginosa escalada de los malos tratos contra los niños en España, pero esto supera la peor de las expectativas. ¿Son estas cifras compatibles con lo expuesto en el XI Congreso sobre Maltrato Infantil celebrado en Valladolid el pasado 31 de octubre?

Por nuestra cuenta hemos buscado algunas informaciones al respecto para contrastar estos resultados, y mientras hemos hallado miles que se ocupan de la cuestión de violencia de género por parte de instituciones oficiales, la mayoría de información que hemos encontrado sobre maltrato infantil en nuestro país es de instituciones y asociaciones privadas, o establecidas de forma individual, muy interesante es la información que hemos encontrado en el FORO SOBRE EL MALTRATO INFANTIL, una iniciativa privada. También hemos recogido algunas informaciones sobre los criterios de malos tratos infantiles y la situación a lo largo del mundo en un informe de la ONU.

Sin embargo, estos datos desesperanzadores entran en confrontación con la cuestión de política de género, en la que se han hecho auténticas barbaridades, como hemos denunciado en numerosas ocasiones, con presupuestos desbordados y sobrealzados por encima de lo que corresponde a la cuestión, dadas las actuales características reales del problema en España, comparadas con países de nuestro entorno.

Desde nuestras páginas, y otras hermanas, hemos denunciado el abandono institucional en que se encuentra el maltrato infantil en España. Y queremos hacer una pregunta: ¿Cuánto dinero de los presupuestos del Ministerio de Igualdad y del Observatorio para la Violencia Doméstica y de Género se dedica a atender el alarmante problema del maltrato infantil en nuestro país?.

Sabiendo la proporción entre lo que se dedica a atender los malos tratos en los niños (que no votan) y lo que se dedica a atender la violencia de género (por qué las mujeres si votan), tendremos una cifra del rango moral de este Gobierno, que al compararla con países europeos próximos -en los que la protección infantil supera en varias veces a las políticas de género- nos permitirá conocer si las políticas contra el maltrato son aspiradoras electorales o realmente atienden a las necesidades de los ciudadanos españoles, especialmente la de los más indefensos que son los niños, nuestros hijos e hijas.

Las cifras oficiales que han podido recogerse ponen los pelos de punta, pero distan mucho de las estimadas. Asistimos aquí al fenómeno de la punta del iceberg, tan mencionado en este tema, pues como indica el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Arturo Canalda, sólo aflora un 10-20 % de los casos de maltrato infantil, El ministerio del interior recibe 6200 denuncias por maltrato infantil en 2007, son una parte ínfima del auténtico problema.

En algunas comunidades, en las que se observa un fuerte contraste de cifras, posiblemente por la no homologación de criterios (cosa que no ocurre en el tema de la violencia de género), las cifras son las siguientes

Murcia ha establecido 150 casos en 4 años e investiga 2430 denuncias (59 % por abandono y mal cuidado de los niños) desde 2004

La Rioja 172 casos desde 2004

Asturias 600 casos solo en 2006

Extremadura 274 casos en 2007

RELACIÓN DE ALGUNOS FALLECIMIENTOS INFANTILES A LO LARGO DEL ÚLTIMO AÑO (2008)

59 menores asesinados en su hogar entre 2004/2007


Niño de 18 meses fallecido al caerse de un balcón (10/XI/08)

Niño de 5 años ahogado en Puerto Naos, Lanzarote - madre imputada (1/XI/08)

Niño fallecido al ser atropellado por un autobus escolar en su colegio -directora imputada (12/07)

Niña de 7 años fallecida en Fortuna (Murcia) tras malos tratos de su padrastro y madres - ambos imputados (5/XI/07)

Bebé de 4 meses fallecido en una guardería mientras dormía (24/X/08)

Niña fallecida en una excursión escolar a una fábrica de dulces (16/01/08)

Niño de 9 años fallecido en el maletero de un coche en Formentera (14/08/08

Niño de 3 años fallecido en el Hospital de La Fe esperando un quirófano (2/06/08)

Niño de 17 meses que cae por una barandilla en Adeje (26/03/08)

Niño de 5 años fallecido en Córdoba por una puerta corredera que se le viene encima (13/09/08)

Fallece en el maletero del coche bebé de 25 días en Olot, olvidado por sus padres (01/08/08)

Fallece un niño de 4 años y 50 kilos de peso a causa de obesidad (5/04/08)

Niño de 4 años fallecido en Arcos al caer sobre él un depósito de agua (18/9/08)

Niño fallecido por deshidratación tras permanecer en un coche a 43 º en el exterior en Sevilla (25/07/08)
fallecido en A Pobra tras caer de un tercer piso (27/09/08)

Niño fallecido en Hospital La Fe de Valencia, por recibir 10 veces más de su dosis de quimioterapia (10/XI/08)

Niño fallecido tras caer de un cuarto piso en Zarautz (10/XI/08)

Niño de 10 años atropellado por moto acuática fallece en Benidorm
(11/08/08)

Muere un niño de 9 años al caer desde un cuarto piso disfrazado de Spiderman en Albacete (12/X/08)
Fallece bebé de 4 meses en ludoteca de Barcelona (1/04/08)

Fallece un niño de 13 años al caer desde un cuarto piso en Castelldefels (27/06/08)
Niño de 4 años fallecido en una piscina de Galapagar (10/XI/08)

Un adulto y un niño fallecen tras precipitarse al vacío desdee un octavo piso en Zaragoza (18/XI/07)

Niño fallecido por desnutrición en Ponteareas (11/06/08)

Niño fallecido en la playa del Ebro de Zaragoza (29/07/08)

Niño de 7 años fallecido en una playa de Las Palmas(20/07/08)

Fallece niña de 3 años ahogada en Málaga (20/07/08)

Niño se ahoga en parque de Aventuras de Valladolid (22/07/08)
Niña se ahoga en Elche (25/07/08)

Niña se ahoga en Murcia (25/07/08)

Niña se ahoga en Toledo (25/07/08)

70-150 niños fallecidos por ahogamiento al año en España

Fallece un niño de 5 años ahogado en una charca de un poblado del distrito madrileño de Vicálvaro (13/04/2008)

Cinco familiares, detenidos tras la muerte de un bebé de nueve meses en Barcelona (21/01/08)

Fallece un niño de tres años al caer desde un tercer piso en A Coruña (25/09/08)

Accidente en el colegio Gredos San Diego, con el niño fallecido tras ahogarse en la piscina (22/XI/2008)

Niño fallecido por ahogamiento en Orihuela al tratar de salvar a su hermano (03/08/2008)
Niño fallecido por ahogamiento en San Martín de Valdeiglesias (Madrid) (01/08/08)
Niño fallecido por un disparo en Málaga (23/08/08)

Niño de 6 años fallecido en Cunit atrapado por un remolino (16/07/08)

Niño de 2 años fallecido al atragantarse con unas palomitas (12/X/08)

lunes, 3 de noviembre de 2008

SIN @, por Enrique Suárez Retuerta

Dedicado a los veinte millones de hombres que aún no han asesinado a ninguna mujer en España, pero seguirán siendo sospechosos toda su vida de que puedan hacerlo algún día.

La construcción social del crimen de género en España

Voy a ser políticamente incorrecto, pero racionalmente riguroso; racionalidad y rigor, son dos valores cada día más extraños en nuestra sociedad: la sociedad española actual.

Quiero, en primer lugar, pedir disculpas por la amplitud del artículo (15 hojas), pero la necesidad racional impera y la urgencia del tema así lo requiere. A quien le interese, que lo lea, mi función social concluye con haber denunciado públicamente lo que está ocurriendo.

Hay algunas cosas que se están haciendo muy mal en España en relación con la violencia intergenérica (mal denominada “violencia de género”), que al contrario de procurar la reducción o el amortiguamiento de los problemas que se presentan en las relaciones entre hombres y mujeres, en su convivencia o su contacto, están contribuyendo a incrementar en proporciones geométricas, y de forma “paradójica” este complejo problema de las relaciones humanas que mezcla agresividad, violencia y género, cuestiones habitualmente circunscritas por imperativo social al guión moral de un hombre que asesina a una mujer con la que mantiene o ha mantenido una relación.

Nada se sabe más que las cifras finales: tantos hombres han asesinado a tantas mujeres, nunca se procuran las cifras de hombres asesinados por mujeres, ni de los hombres que suicidan después del asesinato, ni los que asesinan a sus propios hijos, ni se exponen las circunstancias antecedentes, todo para establecer, con el frió resultado final, la construcción de una miserable historia como consecuencia: los hombres matan a las mujeres, luego los hombres son unos asesinos potenciales.

Voy a decirlo con claridad, una vez más, aunque por ello sea condenado al infierno del progresismo para toda mi vida: las políticas de género que se hacen en este país están perjudicando a la sociedad española, a todos los ciudadanos en su conjunto, mujeres y hombres, niños y viejos, autóctonos e inmigrantes, especialmente a los menos favorecidos, a los que tienen como exclusiva fuente de información la proporcionada por el Estado y los altavoces propagandísticos del Gobierno, y lo están haciendo en todos los planos de su vida, en su educación y cultura, en el aprendizaje social y las habilidades de relación, en su modelo de comunicación, incluso, en el concepto de sí mismos. No se puede permitir tanta insolencia, teñida de buenas intenciones.

El mayor crimen está en la propia reconstrucción política del crimen

El primer crimen de género que se comete en nuestro país, al contrario de lo que pueda pensarse, no es el de los hombres contra las mujeres, sino el de los profesionales agrupados alrededor del feminismo (mejor sería denominarlo “hembrismo”) y del gobierno del PSOE, que han hecho del tema del género sexual un crimen contra la razón desde la más endiablada de las sinrazones.

Es cierto que en nuestro país han cambiado algunas cosas en la relación entre las mujeres y los hombres en los últimos años, pero menos de lo que se proclama interesadamente, exactamente igual que en otros países próximos. Pero con la política de “violencia de género” se ha hecho lo mismo que con las políticas sobre la homosexualidad: se ha pasado del reconocimiento de una realidad existente –que hay homosexuales y tienen los mismos derechos que los demás- a la reclusión en el armario del ostracismo de todos los que discrepen del dogma de asimilación homosexual de la sociedad, incluida la Reina Doña Sofía, paradigma de la discreción durante 33 años de reinado, que por contravenir los dogmas del progresismo ha sido severamente criticada y cuestionada, sencillamente por expresar su opinión en libertad. Hay que recordarles a los demócratas, que los monarcas, antes españoles que reyes, no tienen más derechos que los ciudadanos, pero tampoco menos.

Digo, alto y claro, que el primer crimen que se comete en este país en cuestión de género es el de los profesionales irresponsables, que han renunciado al rigor racional y científico por un plato de lentejas, qué utilizan sus profesiones para hacer política feminista, que cobran todos los meses de las instituciones del Estado por deformar la realidad al gusto de los gobernantes. Lo digo, por qué puedo decirlo, pues también soy uno de ellos, pero no he vendido mi alma al diablo de los poderes públicos por asegurarme el pan, cuestión de dignidad, o respeto por lo que represento y hago profesionalmente, pero sobretodo por los seres humanos que veo cada día sufriendo por la estupidez de los políticos, y la miseria de los constructores del género gore de la “violencia de género”.

En el tema del género se observa muy bien como se construye interesadamente una "verdad política" sobre una cuestión determinada, como se crea una “necesidad social”, y de ahí se pasa a un “área de trabajo” para incorporar al mercado laboral exclusivamente a los que comulguen con el dogma establecido por los intereses electorales de un Gobierno, -en este caso el del PSOE, pero podría ser cualquier otro si cambiáramos el tema del género por las creencias, por ejemplo-.

Se abusa del poder del Estado desde el Gobierno, cuando en realidad se anuncia que se está defendiendo un sector marginado, maltratado, y abandonado de la sociedad, en este caso, nada menos que todas las mujeres (más del 50 % de la sociedad, y por supuesto, de los votos en cualquier elección).

Los constructores de escombros

Algún día habrá que estudiar cuanto han influido las políticas de género en la incorporación de las mujeres al mercado laboral, porque hay muchas profesionales en nuestro país que ocupan sus puestos de trabajo en las instituciones del Estado, gracias a la construcción distorsionada de una enorme falacia, me refiero a las que se arremolinan en el ministerio de igualdad “de género”–puesto que de la única cosa que se ocupa es de “la defensa de las mujeres”, cuando la igualdad es un término “mucho más amplio”-, del instituto de la mujer –nunca tantas mujeres vivieron tan bien exclusivamente por criticar la violencia de los hombres, por luchar contra el machismo- o los distintos observatorios sobre el tema, que en cada comunidad se establecen. Aunque en realidad son una minoría muy escasa de españolas, la mayoría de las mujeres tienen otros problemas relacionados con su condición, como compaginar la maternidad con el trabajo, el ser despedidas por quedarse embarazadas, relegadas por tener la menstruación, cobrar menos sueldo que los hombres por hacer lo mismo, y soportar los vetos en determinados trabajos porque la mayoría de los empresarios siguen sin aceptar paridad como criterio de eficacia. Flaco favor les hacen las privilegiadas a las mujeres que compiten en igualdad de condiciones con los hombres, sin apelar al victimismo feminista, que son la inmensa mayoría, y que nunca podrán sentirse representadas por intereses ajenos a los suyos, aún siendo mujeres.

Evidentemente, siendo rigurosos, la primera desigualdad de género que hay en nuestro país, es entre las mujeres que reciben privilegios laborales, económicos, políticos y sociales por ser mujeres, y las que se ganan el pan con el sudor de su frente sin apelar a su condición sexual, simplemente como seres humanos. Es evidente que las primeras oprimen a las últimas imponiendo la desigualdad a sus congéneres para obtener ventajas fundamentadas en un mérito que no es más que una condición común: ser mujer. A las que explotan su condición de mujeres para obtener beneficios de todo tipo, es a las que se refiere este artículo, con mi respeto absoluto para las que nunca se han servido de su condición de mujeres para alcanzar un privilegio. A estas últimas las considero iguales, a las otras, unas aprovechadas sin ápice de vergüenza.

El género es un negocio

La cuestión de la violencia de género se ha convertido en un área social de desarrollo económico para los que participan de las “ventajas” de su existencia: sociólogas, psicólogas, periodistas, médicas, jueces, administrativas, trabajadoras sociales, profesoras, abogadas, sexólogas…, viven bien de la cuestión de género, con el delito que pesará sobre sus conciencias de criminalizar a nuestra sociedad, con las graves agresiones psicológicas y sociales que eso supone para los ciudadanos y las tensiones que suscitan en sus relaciones, especialmente estableciendo el imaginario colectivo de convertir a todos los varones en potenciales criminales y a todas las mujeres en potenciales víctimas, y que recaerá sobre las próximas generaciones como un estigma, obligándoles a crecer en un medio hostil, gracias a la “providencial” intervención intempestiva, por la que quienes mancillan a sus profesiones, reciben todos los meses la nómina correspondiente en su cuenta bancaria, que les permitirá seguir adelante en su singular cruzada: la de vivir a costa del género toda su vida. Además, con la conciencia de que si se apartan del tema, tendrán serias dificultades para encontrar trabajo.

Miles de millones de euros se dedican en nuestro país cada año a la cuestión de la “violencia de género” que en términos metafóricos supone para el Estado, y en consecuencia, para la sociedad, un fiasco económico similar al de las hipotecas “subprime” en los Estados Unidos; si éstas han devaluado el valor del dinero, las políticas de género devalúan y distorsionan las relaciones entre hombres y mujeres. Su impacto en nuestra sociedad, sus consecuencias a largo plazo, todavía están por ver, pero el día que se descubran, nadie será responsable, ya saben ustedes que en el catecismo del actual Gobierno, el dinero público no es de nadie, y nadie lo gasta mal, faltaría más.

La pedagogía del odio que se está incrustando en nuestra sociedad por mor de estas bondadosas petimetres, nos pasará la factura con IVA social dentro de unos años, ¿y a quién se reclamará entonces por los errores cometidos por unas irresponsables advenedizas, y unos gobernantes esperpénticos?. Y les aseguro que lo peor está por llegar, como con la crisis económica que nunca existió.

Ayer, precisamente, unos chicos menores de edad, han asesinado a una niña de 14 años en Ripollet; alguien ha dicho que eso también ha sido un crimen de género. En “Los Desayunos de TVE”, la periodista que guía el programa increpaba esta misma mañana a sus colaboradores para que se echaran las manos a la cabeza, por la “anticipación juvenil” que esto suponía en la criminalidad machista, los colaboradores salieron como pudieron del tema. Por cierto, esta “periodista” es la misma que confundió al poeta asturiano Ramón del Campoamor, con Clara Campoamor, una feminista radical que fue diputada, cuando informaba sobre la entrega de los Premios Príncipe de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo. Este es un ejemplo singular de la escasa profesionalidad de nuestras periodistas, especialmente los que trabajan en medios públicos, pagados por todos, y que habitualmente entre sus méritos presentan el curriculum ideológico de no independencia.

Evidentemente, las profesionales que se dedican a la propaganda sobre la cuestión de la violencia de género, no desconocen que lo que están haciendo es una barbaridad irracional, un auténtico crimen contra la razón, contra la convivencia, porque están introduciendo con conocimiento y torpeza, un sesgo de violencia en nuestra sociedad, con el agravante añadido de hacerlo a instancias del Estado, que debería velar por los intereses generales, y no por los que sirven exclusivamente al propósito de que sigan viviendo bien las “compañeras” de faenas, en su infinita irresponsabilidad. Y luego se quejarán de la época del concordato entre Iglesia y Estado, y ahora tenemos el concordato entre sectas feministas y Estado, y nadie dice absolutamente nada, se muestran tan discretos como la Papisa Juana.

Viajar mata, quédate en casa y muere de otra forma

La simplicidad morbosa del pensamiento feminista instalado en el Gobierno de Rodríguez Zapatero se merece, por patético, ser denunciado en el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya, en la categoría de crímenes contra la humanidad, como un auténtico genocidio cultural y social, y por supuesto, humano, por haber contribuido al incremento de la “violencia de género” en nuestro país, mientras aducía que intentaba resolverlo con sus políticas feministas –habrá sido un “sin querer”-.

Pero vayamos por partes, que diría Jack el destripador, uno de los iconos preferidos por las feministas para atrapar la inocencia de la gente en sus redes, porque el miedo será libre, pero apresa que es un primor.

El fundamento de las elevadas cifras de violencia de género en nuestro país se hace exclusivamente sobre unos datos estadísticos que han sido interpretados con un criterio absolutamente sesgado, acientífico, ausente de rigor, e impresentable, como singular ejemplo, de que bajo el Gobierno de Zapatero, las “verdades sociales” –por no decir socialistas- prevalecen en su interpretación de la realidad sobre las rigurosas y elaboradas “verdades racionales” de las ciencias sociales.

Como las acciones políticas de un Gobierno inepto no pueden fundamentarse en ningún tipo de racionalidad lógica para explicar la realidad, han derivado el criterio a la política de la “verdad social”: si la mayoría de la gente piensa una cosa, es suficiente criterio para considerarlo como certeza. De esta forma de pensar y hacer, se pueden deducir “verdades a la carta” de los intereses de los promotores; por ejemplo, si se deduce que viajar mata, hay que recomendar que la gente no salga de casa, con lo que terminarán disminuyendo los accidentes de tráfico, y si desgraciadamente ocurren, el Gobierno ya había advertido del riesgo, pero si se reducen los accidentes, aunque sea por cualquier otra circunstancia, habrá sido un logro de los políticos en el Gobierno. A este paso, terminaremos haciendo del refranero español un código de justicia. ¡Cuánta incultura y que bien pagada!.

Estamos pagando muy caro el haber confundido la democracia con la razón, y los votos con las reflexiones fundamentadas, y lo vamos a hacer durante muchos años, hasta que se desenmascare toda la animadversión y crispación de la que se ha imbuido nuestra sociedad y nuestra cultura, gracias a la ambición de unos políticos por perpetuarse en el poder.

Ni un estudio riguroso y científico, fundamentado y no sesgado, se ha realizado en nuestro país sobre la “violencia de género”. Pero se han hecho miles que “confirman” las obsesiones del Gobierno, aplaudidos, y pagados por los que subvencionan el negocio del género, que en realidad somos todos los españoles representados por un Gobierno pirata: cojo, manco y tuerto, que dictamina moral y doctrina.

La construcción del imaginario colectivo

España no es un país en el que haya excesiva violencia de género, estadísticamente hay mucha más en algunos países latinos, incluso en algunos nórdicos; en España, lo que hay, es una histeria absoluta e interesada con este tema. Tampoco hay grandes diferencias en las variables implicadas con otros países. Lamentablemente ocurre lo mismo prácticamente que en Francia, Suecia, o Alemania.

Pero esta realidad se oculta, porque si en otros países europeos ocurre lo mismo, ¿por qué en España se dedica un porcentaje mucho mayor del PIB a resolver la cuestión, muchos más miles de millones de euros para atajarlo que en otros países?. Cuando los hechos no explican las cosas, hay que pensar en las intenciones, decía un profesor que tuve.

Hay variables, que en su conjunto, explican mejor que la vesania viril el discreto incremento real de la “violencia de género” –idéntico al de otros países europeos de nuestro entorno-, pero de éstas variables está terminantemente prohibido hablar, supone inmediata acusación de herejía para quien osa contravenir la “verdad oficial” en público; nadie dice, por ejemplo, cual es el nivel cultural de los criminales y las víctimas, los recursos económicos con los que cuentan, la presencia de otras violencias en el hogar –contra los niños, contra los viejos-, o fuera del hogar –contra los conocidos, contra los extraños-, ni refieren las horas que se pasan los implicados viendo “telebasura”, las dificultades laborales que soportan, las ayudas estatales que reciben, el origen (un 40 % de los “casos españoles” provienen en realidad de otros países, con otras culturas), nadie nos dice nada sobre el historial psiquiátrico de los participantes, ni sobre el historial médico, sobre la religión que practican o no practican, sobre la relación con la prostitución, consumo de drogas, o alcoholismo, de los encausados, o sobre los hábitos delictivos, o sobre los vínculos que realmente les mantienen atrapados en su singular relación, nadie nos habla de todas las miserias que rodean todo lo relacionado con la mal denominada “violencia de género”, porque lo único que interesa resaltar es la “verdad oficial”: los hombres se han vuelto locos y están asesinando a las mujeres, y desde el Gobierno vamos a impedirlo, con todos los medios –pero ocultando los auténticos fines-.

También dan pena y vergüenza los profesionales que ocultan esos datos, que los enmascaran y distorsionan, para presentar públicamente los que correlacionan exclusivamente con el mantenimiento de su puesto de trabajo; a pesar de estar perjudicando a la sociedad, que les paga el sueldo cada mes para que insulte su inteligencia, mientras se aprovechan de la inocencia de los ciudadanos vendiendo la necesidad de dotar de más recursos en extinción de incendios, el fuego que ellos mismos inician y mantienen.


La irresponsabilidad de los medios de comunicación


Y qué decir del bombardeo mediático que “somete” a los españoles, la persistencia machacona del mensaje en todos los medios de comunicación, que compiten por ver quién ofrece la versión más descarnada y morbosa de los hechos, quién construye más tétricamente la historia al gusto del que paga por los servicios, de la audiencia insana, -que más insania consume, cuanta más insania le inducen-, o quien arranca la mejor “exclusiva” a los parientes, vecinos, amigos, y testigos, al precio que sea necesario –se llega a pagar a las agredidas defendidas por ello, como la que estuvo implicada en que el Profesor Neira se pasara un par de meses en coma, sin siquiera darle las gracias-, pero todas sus acciones no tienen en cuenta el daño que pueden causar -y que de hecho causan- en nuestra sociedad.

De los “crímenes del corazón” (o “pasionales”), que era como se denominaban los asesinatos violentos de las mujeres por los hombres durante el franquismo y que salían en “El Caso” que leían nuestras abuelas, hemos pasado a los “crímenes digestivos”, porque hay que tener atrofiado el sentido del “gusto” para “disfrutar/sufrir” con estas cosas, para consumir las emociones más genuinas en el dolor ajeno, para “tragarse” y “digerir” las atrocidades que nos cuentan los “profesionales de los medios de comunicación”, que han convertido su trabajo en un cementerio iluminado y festivo, y por qué, en el fondo, realmente “dan de comer” a mucha gente. Por eso son “crímenes digestivos”.

¿Nadie se ha parado a pensar que desde que se habla mucho más y mucho más morbosamente de la “violencia de género” en los medios de comunicación, ésta se ha incrementado considerablemente en nuestro país?. ¿Nadie ha pensado que si se consideran como “normalidad” los crímenes relacionados con la cuestión del género, como “algo frecuente en la realidad”, éstos, posiblemente se acaben incrementando, sin ir más lejos, por el fenómeno psicológico de la profecía autocumplida?. Esto no es desconocido por los profesionales sociales que trabajan en nuestro país en la cuestión de género, porque en todas las licenciaturas se expone: psicología, sociología, derecho, ciencias de la información, profesiones sanitarias, asistenciales, o relacionadas con la educación.

¿Pero acaso vamos a negar a estas alturas el principal paradigma de la publicidad – y de la propaganda- de que todo lo que sale en los medios de comunicación de forma reiterada, masiva, atractiva, y sobrealzada, se acabará consumiendo?. Si hay “una chispa de la vida”, ¿por qué no ha de haber también “una chispa de la muerte”?.

Próxima parada: el tercer mundo

Las Políticas histéricas acaban conduciendo la misma realidad hasta la apariencia que se requiere para su utilización y manipulación. La histeria progresista nos está llevando al retraso cultural, a la ignorancia supina, al “desconocimiento”, al fanatismo, y a la miseria. El progresismo nos arrastra imperativamente hacia la servidumbre y la opresión más sectarias, con sus intoxicaciones interesadas. El progresismo es una forma depurada de tiranía.

La mayoría de los profesionales sociales de este país, están utilizando el tema de la violencia de género como un “vivero” personal, no como una “causa justa” en la que se escudan. Y no están dispuestos a matar a la “gallina de los huevos de oro” -sería un crimen “de género”-.

Al fin y al cabo, ahora disponen de “algo útil” para ganarse la vida muchas psicólogas, sociólogas, y juristas –tan maltratadas profesionalmente hasta ahora por los políticos españoles-, y no van a ser las que den la voz de alarma sobre la barbaridad que está ocurriendo, y esa complicidad con el Gobierno, que les “ofrece trabajo” de forma permanente si “ven sólo lo que tienen que ver”, ha establecido una “perversión laboral” difícil de erradicar en nuestro país.

Por otra parte, con la moral de conveniencia que impera, está bien visto socialmente defender el catecismo progresista, antes que la ajada razón, que no les ha permitido ganarse la vida honestamente, porque realmente han medrado, más y mejor, con la renuncia a la razón, que con su defensa, gracias a los políticos que han gobernado en España. El que paga es el que manda.

El Gobierno no tiene ningún interés en resolver los problemas que ocasiona la “violencia de género”, que utilizan hasta la manipulación, para sustentar sus posiciones ideológicas, y obtener el triunfo en las elecciones. Hasta el presidente Zapatero se ha declarado profundamente feminista. Las mujeres, son un arma poderosa en manos de los gobiernos irresponsables y gobernantes hueros, que no dudan en manipular su condición si con ello obtienen beneficios.

Ciertamente, nunca se había utilizado políticamente tanto a las mujeres en nuestro país como hasta ahora, nunca se las había sometido a un papel tan definido y delimitado, nunca se las había cerrado en un corsé tan apretado y opresivo. Y en realidad, nunca se las había tratado tan encarecidamente como “objetos políticos” – u objetos de “deseo”-. El Gobierno de Zapatero les ha impuesto un “burka” social por imperativo legal, las ha militarizado desde el feminismo como Fidel Castro hace en Cuba, y las está educando en la castración de sus compañeros y en la suya propia, y en la negación de lo masculino como valor de atracción, tal vez inspirado por veleidades lésbicas de alguna artífice poderosa, porque una mujer puede ser maltratada por un hombre, pero solo el inconsciente colectivo sabe lo que puede ser maltratada por otra mujer que reniega de los hombres desde el feminismo.

Un observatorio que sólo observa lo que le conviene

Hay que ver el orgullo que muestran la nueva presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género –antes de Género, exclusivamente- con los resultados obtenidos. Inmaculada Montalbán nos ha informado el 3 de noviembre, que en 2007 se han producido 126.293 denuncias por maltrato ante los “juzgados de violencia sobre la mujer”, pero que este años se ha mostrado la eficacia de las campañas de concienciación y el sistema de justicia penal, porque en el primer semestre de 2008, ya se han contado 84.000 denuncias, sin especificar si alguna ha sido sobre una mujer, por supuesto.

En tres años se han producido 80.000 condenas por malos tratos a hombres, sin aclarar tampoco, si se ha condenado a alguna mujer por presentar denuncias falsas para salir beneficiada en las separaciones, con haciendas, hijos y pensiones, bien negociadas por muchos abogados (incluye abogadas) que utilizan la violencia de género como estrategia ventajista en los procesos de divorcio.
Aunque se menciona que más de un tercio de las denunciantes y los agresores son población de origen inmigrante, no se especifica en ningún momento en el informe que ha presentado, cuantas victimas mortales y cuantos de sus asesinos eran de origen foráneo.

Como se ha dicho, la forma de tratar la información es singular, les dejo un ejemplo extraído de la página de Radio Televisión Española del 3 de noviembre de 2008, en el que determina como Balance Positivo que se hayan producido 80.000 sentencias condenatorias, que cuando se refiere a los juzgados especializados en violencia sobre la mujer (sic), se transforma en 59.376 sentencias penales, frente a 24.267, que sumadas hacen un total de 83.643 sentencias posibles, y las condenatorias suponen un 70,9 %, no un “79 %”, - con lo fácil que es utilizar un calculadora-; tendrían que contarnos también cual ha sido el purgatorio que han tenido que vivir los 24.267 ciudadanos que han resultado absueltos, y que tal vez hayan tenido que ingresar en prisión por una acusación falsa, pero de esto nada se dice, no interesa, cuando se tienen tan claras las cosas, según el dogma establecido, es innecesario saber algo más que lo que se refiere. Vergüenza me da contemplar como se gasta el dinero de los ciudadanos.

Balance positivo

Durante estos tres años de actividad de la Ley de Violencia de género, los juzgados españoles han emitido en torno a 80.000 sentencias condenatorias.

En concreto, los juzgados especializados en violencia sobre la mujer han dictado 59.376 sentencias penales, el 79 por ciento de las cuales han resultado condenatorias frente a un total de 24.267 absoluciones. Estos juzgados específicos han ingresado más de 480.000 procedimientos penales, incluyendo abreviados, diligencias previas o urgentes, sumarios y juicios de faltas desde 2005


Cuando el fin justifica los medios

La castración selectiva de hombres y de mujeres, es una de las políticas más socorridas del Gobierno de Rodríguez Zapatero y Maria Teresa Fernández de la Vega, auspiciada por los que utilizan la “violencia de género” en nuestro país para conseguir sus propósitos electorales, y obteniendo sustento salarial permanente creando “cultura feminista”. Al final, el progresismo también es una forma de castración, porque coacciona y moraliza sobre las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, estableciendo los criterios de criminalidad subyacente, hay que ver las sorpresas que nos da la vida.

Como dicen unas amigas lesbianas que tengo: “que jamás se han metido en política, para que la política no pueda meterse en sus vidas”, en esto del género hay mucha “mariconada”. Y de los homosexuales masculinos que conozco, que son unos cuantos, alguno buen amigo, tengo que decir que jamás han buscado reconocimiento público, social, e histérico de su homosexualidad, porque saben que eso es exponer su intimidad en público, y son homosexuales pero no exhibicionistas, y desean para sus vidas el mismo respeto que se tiene con la vida íntima de los heterosexuales. Ellos mismos dicen que a nadie le importa su condición, más que a su pareja. A ver si por ser homosexuales están condenados a convertirse en atracción de feria porque a un Gobierno le interese promoverlos a actores circenses. Por qué, en realidad, solo una minoría muy escasa de homosexuales, los más estridentes, buscan en su histeria el reconocimiento y aplauso del público por el valor demostrado al salir del armario, la inmensa mayoría no hacen de su “anormalidad” –entre otras cosas, porque nunca han dejado de considerarse normales, ni nunca han sido tratados de otra forma- una bandera gay con el arco iris y la huella de carmín de unos labios carnosos estampada en el mástil. A ver si no confundimos las cosas, que no son los mismo los titiriteros de la alegría que los auténticos artistas.

Ser o no ser, esa es la cuestión, como siempre.

“Manca finezza”, amigos y amigas, falta cultura y sobra presunción y soberbia, fanatismo e insidia, en la cuestión del género en nuestro país. Este Gobierno, que se dice progresista, nos está construyendo como sociedad un hermoso ataúd cultural, un mausoleo progresista virtual del tamaño del Valle de los Caídos, a la medida de sus intereses políticos y electorales, y no podemos consentirlo, por eso apelo a la sociedad sana, a los españoles curritos, currantes y currados, que se atrevan a romper las cadenas del género de una puñetera vez y se liberen de tanta falacia fanática e histérica.

Es hora, ya es hora, de exigir respeto a las “autoridades” por los ciudadanos que les han hecho “autoridades”, exigiendo a los torpes políticos (con sus barbaridades) que no se defequen sobre el derecho a la privacidad de nuestras vidas, sobre nuestra condición humana no pública, sobre lo más íntimo y genuino de nuestra existencia, que son las relaciones con los demás en la autenticidad y el afecto, sobre nuestra libertad, y no nos conviertan en los objetos que provienen de la deformación política de sus delirios, de la interesada tortura del consumismo más estéril y vidrioso.

Somos seres humanos con criterio e inteligencia, con principios, valores y creencias que a nadie le importan, no simples objetos de propaganda social en manos de unos advenedizos, no somos “cosas” con las que juegan a su antojo los que detentan el poder.

Y para conseguir erradicar tanta estupidez sólo hay una forma, que los hombres vuelvan a ser masculinos, que las mujeres vuelvan a ser femeninas, y que los homosexuales vuelvan a ser lo que les parezca bien, en absoluta libertad y plenitud, y que no permitamos que nos confundan con engendros indiferenciados al borde permanente de la androginia, que sirvan exclusivamente a la intención que algunos y algunas tienen de perpetuarse en el poder, diciendo que nos salvan de nosotros mismos.

Hasta la Reina Doña Sofía, en su dignidad y rigor, ha tenido que manifestarlo públicamente en una insinuación que hace honor a su exquisita representación de los españoles, aunque haya nacido griega, por cierto, el país que fue su cuna y también de la democracia.

Debemos romper las cadenas que nos han impuesto, o tras la condena al aislamiento intergenérico al que nos están sometiendo, para implantar la incomunicación y la rivalidad permanente en las relaciones entre hombres, mujeres y homosexuales, vendrá, sin duda, la sentencia a muerte de lo que somos los españoles y las españolas, sin @, por supuesto.

Y son las mujeres y los homosexuales que no viven de la política, quienes tienen que dar el primer paso para que todos nos liberemos de tanta estupidez, porque los hombres estamos acusados, sentenciados y condenados de antemano, antes de iniciarse
cualquier juicio ecuánime.

En un país en que, hasta que se demuestre lo contrario, se es culpable por haber nacido varón, poco se puede esperar de la justicia. Y todo esto nos ha ocurrido porque un antepasado nuestro se comió una manzana envenenada que nos ofreció en el Paraíso una serpiente siniestra para impedir que pudiera brotar el amor entre un hombre y una mujer, o entre dos hombres o dos mujeres, qué más nos dará a estas alturas.

Todos los poderes son represivos, en el franquismo se prohibían las relaciones sexuales fuera del matrimonio y a este paso llegarán a reprimirse dentro del matrimonio, cuando en realidad lo que se pretende prohibir es el matrimonio, para que la gente no tenga donde sostenerse más que en las zarpas del Estado administrado por gobiernos sectarios.

Lo dicho, amor, se escribe sin @, y ahora que lo pienso, el signo que representa la arroba tiene una singular forma de ofidio. ¡Qué cosas!.

Toda la vida se han pasado los expertos hablándonos del pecado original, y se les ha olvidado decirnos que lo importante es conocer el origen del pecado –y los autores de su construcción-. Siempre ha sido igual, los pecados existen para que los poderosos obtengan sus privilegios de la represión de los ciudadanos –esa opresión a la que se atreven a llamar “liberación” para vendernos el producto, como si la libertad la concedieran los políticos-.

Y al que ha llegado hasta aquí en su lectura, mi reconocimiento. En estos tiempos es una proeza épica que merece todo el agradecimiento del autor, y de los actores implicados en la obra representada, por supuesto, sin sus barbaridades, estas palabras que les he ofrecido, nunca hubieran resultado posibles.

Si los progresistas nos hubieran hablado de Oscar Wilde en las lecturas recomendables, todo sería diferente, pero que sabrán ellos siquiera quien fue, si eso no les da de comer, y no “mola”. Mira que confundir “de profundis” con “Veinte mil leguas de viaje submarino”, para mostrarnos un mundo repleto de gigantescos pulpos que quieren devorarnos si bajamos la guardia un instante; y no duden que vendrá alguno (o alguna) y me dirá que en realidad no tengo ni idea de lo que he dicho, porque en la tele no dicen lo mismo, al tiempo.

Así nos va la vida a los españoles, que llevamos cinco años en globo, a la deriva por el espacio y el tiempo, y todos callados, esperando a Godot. También es normal que ocurran estas cosas, cuarenta años nos pasamos los españoles esperando a los salvadores, y ya estamos tan salvados como con Franco, y ahora con la memoria histórica, nos van a demostrar lo que “de verdad” ocurrió en la guerra civil, otra vez, pero en esta ocasión al revés. Menos mal que el pueblo jamás se equivoca, dicen.

Enrique Suárez Retuerta

Psicólogo y Sociólogo